En anteriores entradas hemos hablado de la Moonman M800 como un clon de la Leonardo Momento Zero, una de las dos casas italianas (la otra es Maiora) que han recogido el testigo de la difunta Delta. De la pluma china se han dicho muchas cosas pero no hay casi ninguna que no haga referencia al modelo italiano y, como es natural, han surgido las inevitables comparaciones, acusaciones, protestas y, sobre todo, decisiones viscerales sobre si se debe adquirir, si perjudica o no a la italiana y, en definitiva, sobre su moralidad.
Me propongo aquí hacer un análisis novedoso, algo raras veces visto cuando se alude a dos estilográficas y, especialmente, cuando se refiere a la industria moderna, la cual se ha encontrado de bruces con el competidor chino como nuevo Saturno que amenaza con devorar a sus hijos. Este ejercicio me lleva a plantear el examen de la Moonman M800 usando una metodología radicalmente diferente a la habitual. Me preguntaré algunas cuestiones habituales cuando se habla de clones industriales e intentaré responder a ciertas dudas o reservas que intuitivamente nacen a la sombra de todo ello.
Todo lo que sigue son, simplemente, ideas y reflexiones que desde luego, admiten opiniones en contrario. En eso consiste la riqueza intelectual y el respeto tradicionales en este espacio. Espero que sea de interés, de sana polémica y, sobre todo, de provecho para los amables visitantes.
Cuestión previa: ¿Que diferencia hay entre propiedad intelectual, patente y diseño protegido?
Son muy diferentes. La propiedad intelectual protege diversos elementos de la creación artística o literaria. El derecho de propiedad industrial versas únicamente sobre productos de esta naturaleza. A su vez, el derecho sobre el diseño industrial protege el aspecto o las características estéticas de un producto. Por su parte, una patente protege la invención de una solución técnica nueva a un determinado problema. La patente protege la novedad. mientras que la propiedad intelectual protege la originalidad. En principio, el derecho sobre un diseño industrial no protege las características técnicas o funcionales de un producto que, sin embargo, sí quedan protegidas por una patente.
No siempre es fácil saber si un producto está protegido y por cuánto tiempo. Ante todo, porque estos derechos son limitados en el tiempo y en el espacio y, además, cuesta dinero inscribirlos en cada país. Hay fabricantes que solo inscriben en aquellos lugares en los que piensan que puede haber falsificaciones. Lamy, por ejemplo, registró el diseño de su Safari en USA, pero no sabemos si lo hizo en China. Sospecho que no.
¿Qué es un clon cuando hablamos de modelos industriales?
Se trata, en esencia, de la recreación parcial de un cierto modelo. Es algo casi consustancial a la industria moderna. Es algo diferente de la imitación, la falsificación o el plagio. Decía el gran poeta Conde de Lautremont, que "el plagio es necesario. Está implícito en el progreso". Desde luego que él lo cumplió a rajatabla ya que sus poesías estaban repletas de plagios sin que por ello haya mermado un ápice su prestigio literario a lo largo de los años. En el universo industrial, las copias, los clones, los desarrollos, las inspiraciones y el aprovechamiento novedoso de viejos hallazgos, forman parte casi inevitable del progreso. A veces, estas maniobras no tiene éxito o se reducen a un intento de aprovechar beneficios marginales. En otros casos, terminan por alumbrar nuevos modelos y líneas industriales originales Casi cualquier cosa de hoy en día es un compendio de ideas, inventos, objetos o diseños anteriores. En el ámbito industrial moderno, no se busca la original sino la novedad absoluta de una determinada solución técnica que, en la práctica, resulta muy difícil de lograr.
La M800 es un clon de la Leonardo que, a su vez y a mi juicio, toma muchos elementos de estilográficas anteriores, especialmente de la casa Omas. El clip con roller, por ejemplo, es un típico rasgo diseño de la añorada casa boloñesa que, sin embargo, había usado antesWahl Eversharp. Los ejemplos son infinitos: el clip en forma de serpiente lo comenzó a usar Matador; la primera pluma facetada fue la Doric; el primer pistón lo inventó Kovacs aunque Pelikan lo popularizó; el plumín cubierto de la Parker 51 lo copiaron desde Venus hasta Inoxcrom pasando por Montblanc y Lamy. Sailor imitó a Montblanc que, a su vez, imitó a Aurora y a medio mundo más... así podríamos seguir hasta el aburrimiento.
¿Son lícitos los clones?
Como hemos visto, la propiedad industrial es un tema enormemente complejo, imposible de resolver en una simple frase. Podría decirse que los clones son ilícitos en tanto potenciales infractores de la propiedad industrial de un tercero, así como si inducen a engaño al cliente. Las falsificaciones puras y duras son, sin duda, ilícitas y perseguibles, pero los clones, por lo general, no intentan engañar y, de hecho, se producen bajo marcas distintas y con detalles que los diferencian claramente de los originales. Se mueven, podemos decir, por los difusos límites de la legalidad industrial. Con todo, es evidente que los fabricante chinos no son precisamente escrupulosos con los modelos protegidos. La ley china, aunque no lo parezca, es muy rigurosa con este tipo de actividades aunque su éxito en combate es, podríamos decir, bastante limitado. La extraordinaria potencia de la industria china y su vertiginosa dinamismo, hace que sea muy difícil y muy caro pelear contra este tipo de prácticas. En la mayoría de los casos, los fabricantes imitados ni se molestan en perseguir este tipo de práctica.
La Moonman es evidentemente deudora de la estética de la Leonardo pero no hay posibilidad alguna de confusión. Ni los materiales utilizados ni los adornos son parecidos. Tampoco los plumines, los convertidores, las partes del cuerpo ni las marcas impresas en el cuerpo de la pluma. En realidad, el parecido es meramente externo y parcial, podríamos decir "de estilo y de forma".
¿Hay, por tanto, diferencias entre original y copia?
Muchísimas. Cualquier examen, por superficial que sea, permite ver las grandes disimilitudes que hay entre original y clon. En el caso que nos ocupa, los materiales, la oferta de colores, el diseño de las piezas, los componentes interiores, los plumines, las fornituras y algunos adornos, son totalmente diferentes. Esto quiere decir que hasta para el ojo menos avezado, ambas plumas son perfectamente distinguibles.
El modelo básico de la M800 viene con plumín propio y, si queremos un Bock, el precio sube al doble. El sistema de carga es el mismo, pero en la Leonardo, hay un convertidor de diseño propio y contundente presencia, accionable sin desenroscar el cuerpo a través de un culote desmontable en la parte superior, al estilo de algunas de las últimas Delta. La Leonardo está llena de detalles de los que la Moonman carece. Los anillos no son iguales ni en número ni en disposición y las resinas y colores son absolutamente diferentes.
¿Y qué ocurre con la calidad de construcción?
También hay diferencias. La Moonman es una pluma de gran calidad en su categoría, aunque opta por soluciones técnicas y de diseño más sencillas y, consecuentemente, más baratas. La boquilla, por ejemplo, tiene una camisa interior metálica mientras que en la Leonardo está totalmente construida en resina torneada. El convertidor de la Leonardo es de diseño propio, más solido y con una funda metálica posterior que le da gran resistencia; además, se opera desenroscando un culote posterior practicable. La resina de la M800 es muy hermosa pero la de la Leonardo es mucho más compleja, con más colores y matices.
La Moonman es una pluma de gran calidad para su segmento y precio. Mientras que la italiana se encuentra a partir de los 160 euros, la M800 se puede adquirir a partir de los 19 euros envío incluido. En este caso, y este es el
quid de la cuestión, la brutal diferencia de precio no se corresponde con la diferencia de calidad. Con plumín Bock y con caja, la diferencia de precio se reduce aunque sigue siendo favorable para la china.
¿El precio siempre refleja la diferencia de calidad entre productos?
Desde luego que no. Algunos factores guardan relación con el valor de las cosas (valor de cambio) y otros con la utilidad que reportan al usuario (valor de uso). Una Pilot Metropolitan escribe igual o mejor que una Montblanc 147 y cuesta 25 veces menos. A nadie se le escapa que no es solo el valor de uso del objeto el que determina su precio final. En realidad, el precio no refleja, generalmente, sino una fracción de la calidad funcional de los productos. Hay multitud de factores que tienen una incidencia directa en la etiqueta del precio: rareza, prestigio, inercia, fama, originalidad, estética, exclusividad... Lo cierto es que, en numerosísimas ocasiones, son estos factores los que determinan la decisión final de compra, antes que el mero y objetivo valor de utilidad de un producto. Hay, por tanto, productos de calidad perfectamente equivalente, y precios abismalmente diferentes. No es la calidad, al menos no solo, la que determina el precio. Si alguien quiere una pluma de palta, pagará la plata, no el desempeño del plumín.
La Moonman es una estilográfica de calidad funcional equiparable a la Leonardo. Equipando el mismo plumín, el rendimiento de ambas plumas es idéntico. La diferencia esencial entre ambos productos tiene que ver con su valor de cambio y con factores estéticos o intangibles no estrictamente prácticos.
¿El precio refleja
siempre el valor objetivo de un producto?
Por supuesto que no. Como se ha dicho, es posible que un producto famoso, o con una demanda disparada, sea, en realidad, una bazofia. La demanda de un bien depende de infinidad de factores que el fabricante, en la gran mayoría de los casos, no es capaz de prever, de ahí que sea tan difícil hacerse millonario. Todos soñamos con una demanda enloquecida de un producto que nos quiten de las manos por alto que sea su precio. el problema es que esto no es fácil de saber por anticipado. Por simplificar las cosas, podemos decir que es la demanda la que determina el precio, y no la calidad.
Una pluma como la Leonardo, con estándares de calidad superiores a la Moonman, no refleja exactamente esta diferencia en el precio, es decir, que la italiana no equivale a incrementar la calidad de la china en diez veces. El precio de una Leonardo guarda relación, además de con su utilidad, con lo que hemos llamando
valor de cambio.
¿El precio reflejo solo la calidad de un producto?
Evidentemente no. Hay otros elementos que se incluyen en el precio y que no se ven. En la mayoría de los productos hay algunos bien conocidos: la presentación, el servicio técnico y la garantía. Todo el aparato estético que acompaña al producto tiene un precio: caja, documentación, protección en el transporte o accesorios.
Las plumas chinas como la Moonman carecen por completo de garantía o, si es que la tienen, resulta imposible de ejercitar. Cuando una pluma china se rompe, solo cabe sustituirla por otra. Tampoco es posible encontrar recambios o repuestos, aunque algo está cambiando en cuanto a los plumines, que ya empiezan a poder comprarse aparte, algo que, por cierto, es casi si imposible en la industria japonesa.
¿Cómo afecta un clon al producto original?
Aunque parezca mentira, parece que, en general, le favorece. La existencia de clones, u homenajes, sirve como vehículo divulgativo y propagandístico para el fabricante del producto original. Suele decirse que solo se copia lo que tiene éxito y, por tanto, la proliferación de clones demuestra el éxito del modelo copiado y la capacidad industrial el fabricante. Es muy probable que quien compró la Moonman sopesando la posibilidad de adquirir la italiana, termine haciéndolo.
La M800 contribuye a que el modelo original se conozca y se aprecie. Centenares de reseñas, análisis, revisiones y comparativas entre ambas plumas, inundan los medios y permiten conocer el producto de la casa italiana. La M800 no tiene los detalles de diseño y funcionamiento que posee la Leonardo, obviamente perteneciente a un segmento superior; pero si sabemos apreciar estos aspectos no funcionales del producto pero sí de valor, terminaremos adquiriendo la Momento Zero.
¿Que consecuencias asume la industria que copia?
En realidad, solo el riesgo de eventuales reclamaciones legales si la copia llega a considerarse una infracción de la propiedad industrial, cosa que raramente ocurre en nuestro campo. El propietario del diseño original no necesita denunciar a la copia porque su calidad intrínseca le permite mantener su mercado sin sufrir bajas. Es como pensar que la miríada de bebidas gaseosas que imitan la Coca-Cola le quitan mercado, cuando lo cierto es sigue siendo una de las marcas con más valor del mundo.
Por otro lado, el lanzamiento de modelos clónicos puede suponer una cierta limitación en el desarrollo de la industria propia e iniciativas autónomas. En el caso chino, ya hemos podido ver que, al contrario, la producción evoluciona a una velocidad enorme usando todos los recursos a su alcance. De momento, se apoya fuertemente en modelos externos pero cada vez vemos más productos originales, de buena calidad y desarrollados.
¿Son los clones el producto de una industria explotadora?
Se trata de un tema en el que se mueven grandes pasiones y, por qué no decirlo, enormes prejuicios. No todos los productos clónicos provienen de estructuras industriales explotadoras o esclavizantes. La industria china, que aquí tratamos, presenta modelos y sistemas de producción muy variados, desde grandes complejos industriales altísimamente tecnificados, hasta sectores con mano de obra poco cualificada y con una productividad enorme gracias a una estructura legal poco considerada para con el trabajador. Se trata de un fenómeno que tiene que ver con el tejido industrial de un país, con la regulación legal del trabajo y con el precio de la mano de obra, entre otros factores.
En todo caso, no hay que olvidar que el precio del trabajo en China está creciendo a pasos agigantados, paralelamente a una progresiva cualificación de la mano de obra y a una positiva actualización de los derechos laborales inherentes, así como una población que ha abandonado la pobreza hace décadas. La clase media china en términos de capacidad de poder adquisitivo, según estimaciones de Business Insider, ha pasado del 4% de la población en el año 2000 al 76% en 2020. Impresiona.
¿Se causa algún perjuicio económico al producto original?
Recientes análisis de mercadotecnia han demostrado que no, o muy poco. Ante todo, porque no hay posible confusión entre productos y, por tanto, no hay sustracción ilegítima de clientes. Pero también ocurre que se trata de segmentos de mercado diferentes. La segunda razón es elemental: el que puede comprarse el original, difícilmente comprará la copia y, si lo hace, será por curiosidad o por tantear el producto legítimo antes de decidirse a comprarlo. Si yo tengo suficiente dinero como para comprarme un Aston Martin, no me compraré una copia con motor Volkswagen porque no querré ni engañarme a mí mismo ni me gustará que los demás me vean con un producto falso cuando puedo disponer del auténtico y disfrutar de las cualidades que busco en él. Por lo general, el que compra un clon y le gusta, termina comprando el original, pero en ningún caso la copia suplantará su deseo inicial. Además, los clientes habituales de una marca la siguen por muchas razones y no siempre por su estricto valor de utilidad. Finalmente, cuando los precios de los originales no son muy altos, carece de sentido ahorrarse un puñado de dólares pudiendo adquirir el producto original. Ni Lamy ha sufrido por la proliferación de clones chinos de su Safari, ni Montblanc por las falsificaciones orientales, ni Parker por la infinidad de falsas 51 que inundaron el mercado prácticamente desde que nació. En resumen: los clones casi nunca compiten con la demanda primaria del producto original.
La Moonman M800 no privará a Leonardo de su clientela y, en todo caso, es probable que contribuya a divulgar el modelo y lo hará famoso, lo que, a la postre, suele beneficiarle.
Llegamos al fin de este experimento en el que hemos mezclado análisis, plumas e ideas. Espero haber resultado útil y, en todo caso, entretenido para el curioso lector.