¿Se pueden usar tintas viejas? Es una pregunta que a menudo circula entre los aficionados que profundizan en la estilofilia y descubren, por un lado, que aún es posible encontrar frascos antiguos de tinta, (llenos) y, por otro, que el tiempo pasa por su preciada colección de anilinas y que, de repente, aquel precioso azul, decididamente imposible de agotar, cuenta ya con la provecta edad de 20 años. ¿Qué se puede hacer con él?.
Dejando aparte el coleccionismo de frascos antiguos, una especie en sí misma, me gustaría dar algunos consejos referidos al mundo práctico. No al coleccionista, sino al usuario normal que se da cuenta de que sus tintas envejecen, y duda de si es seguro continuar utilizándolas.
Comencemos por decir que el mundo de las tintas ha experimentado un crecimiento, cuantitativo y cualitativo, realmente espectacular en los últimos 25 años. Antes, más allá de las clásicas marcas como Parker, Waterman y Sheaffer, apenas había alternativas, salvo algunas excepciones locales de casi siempre dudosa calidad y rendimiento., Incluso entre los grandes fabricantes, hubo sonados patinazos como el de la Parker "51", auténtico peligro para casi todas las estilográficas y convertida hoy en objeto de colección. Hace apenas tres décadas, había pocas tintas y muy pocos colores. En España. por ejemplo, yo empecé a utilizar habitualmente la tinta sepia de Waterman, una extravagancia que la mayoría de testigos miraba con sorpresa. Más allá del azul, había un mundo proceloso. Actualmente, la oferta de marcas y tintas se ha multiplicado hasta lo incalculable. También las tintas han mejorado en su formulación, en sus características físicas y estéticas y, casi sin remedio, han visto disparado su precio.
¿Qué ocurre si nos encontramos con alguna botella de tinta de hace un par de décadas?; ¿Qué pasa con las que poseemos de esa edad? o, dicho de otra manera, ¿caducan las tintas?, ¿se estropean?. La respuesta, como veremos, precisa de algunos matices.
En realidad, las tintas no tienen fecha de caducidad normalizada. Atendiendo a su usabilidad, hay muchísimos factores que influyen en su estado, como las condiciones de almacenamiento, su propia formulación, el material del frasco que las guarda y, también posibles fuentes de contaminación biológica, incluyendo el ataque de bacterias.
La tinta para estilográficas se compone, esencialmente, de agua, colorantes, sustancias lubricantes, tensoactivos y biocidas. Algún fabricante añade también partículas en suspensión, perfume o conservantes. Veamos cual es el comportamiento de estos ingredientes con el paso de los años y cómo tratar las tintas adecuadamente.
(foto: Fountain Pen Love)
¿Cómo saber si una tinta se encuentra en mal estado?
Generalmente, lo más apreciable es la excesiva densidad causada por evaporación del agua. Esto no constituye propiamente un defecto sino una degradación natural que puede fácilmente remediarse añadiendo un poco de agua, preferentemente destilada, con la ayuda de un cuentagotas.
Otra muestra de deterioro es la pérdida de intensidad en el color, por la acción de los rayos ultravioleta. Esto no afecta al rendimiento de la tinta, sino a su densidad cromática. La tinta pierde intensidad, será más acuosa y con un tono diferente del original, más desvaído, menos nítido y generalmente tendente al pardo. Pero puede utilizarse sin problemas.
(foto: pinterest)Pueden presentarse problemas insolubles?
En efecto. Si bien la desecación o evaporación son generalmente subsanables, hay otros problemas que, en la práctica totalidad de los casos, supone la inutilidad total de la tinta: la formación de sedimentos, la aparición de moho o adquirir una consistencia limosa.
Los sedimentos se forman por una excesiva evaporación de la tinta. Si el problema es ligero y no muy antiguo, los sedimentos podrán volver disolverse en el agua añadida. En cambio, si la sedimentación es muy antigua y consolidada, no será posible recuperar la tinta porque, aunque se añada agua, los partículas sedimentarias serán tan sólidas que no se podrán diluir en ella.
El moho significa que el agua ha sido atacada por un hongo contra el que no han actuado los biocidas (si es que la formulación de la tinta los contenía). El moho es una grave contaminación, corrompe el agua, le da mal olor, la ensucia y arruina por completo el color original, por lo que la tinta es irrecuperable. Además, si se usa en la pluma, el moho la inundará para siempre, junto con las demás tintas en las que se sumerja ése plumín contaminado.
La consistencia fangosa o limosa de la tinta también denuncia una grave contaminación del agua de la tinta. Sus resultados no solo consisten en la pérdida del color original, sino en la formación de sedimentos arenosos que hacen imposible su uso en una estilográfica por provocar graves atascos.
¿La tinta antigua se degrada más rápido que la moderna?
En realidad no. Si ha estado bien conservada, la tinta antigua puede tener una formulación mejor que la moderna. Por ejemplo, hasta hace poco se añadían biocidas que una regulación más estricta dentro de la UE ha dificultado. Esto puede provocar que la tinta moderna se degrade por la acción de bacterias que, anteriormente, eran mejor combatidas.
(foto: Fountain Pen Love)
¿Cómo deben conservarse los frascos de tinta?
Hay muchos factores que concurren para que un frasco de tinta pueda durar mucho tiempo. El primero de ellos será su grado de exposición al aire y a la luz. Un frasco sellado de origen, sin abrir, durará décadas. Uno abierto y poco lleno, sufrirá evaporación y posibles contaminaciones. También influirán la formulación de la tinta, si se guarda en un lugar adecuado, si se trata de uno u otro color, la forma del frasco...
Para evitarlo, lo mejor es conservar la tinta en un frasco de cristal (hay quien las transfiere a botes de plástico), completamente cerrado y preferiblemente lleno. También debe guardarse a salvo de los rayos ultravioleta y, por tanto, en un lugar oscuro y seco, para evitar que el calor favorezca la aparición de hongos.
Un ultimo consejo se refiere a los coleccionistas de tinta: salvo atracción irresistible, es mejor no abrir los frascos que no se van a usar. Abrirlos todos supone añadir un cierto riesgo a su durabilidad.
(foto: Fountain Pen Love)
¿Cómo evitar la contaminación biológica de la tinta?
La mayor parte de las veces, la contaminación la provoca el propio usuario. Recordemos que el elemento esencial de la tinta es el agua. El uso descuidado de la estilográfica, el manoseo del plumín y la falta de limpieza del mismo, harán que, al introducirlo en el frasco, contaminemos la tinta si su formulación no es la adecuada. Lo correcto es mantener la pluma y el plumín perfectamente limpios, higienizar el plumín cuando vayamos a recargar y evitar que caiga nada dentro del frasco de tinta. Los frascos, salvo para ésta operación, deben estar siempre cerrados.
(Foto: Etsy)¿Se estropean los cartuchos de tinta?
Lamentablemente, sí, porque el plástico, aunque esté sellado, es un material poroso que permite la evaporación de agua con el paso del tiempo. Recuperarlos es más trabajoso que si se trata de un frasco así que, en la práctica, lo mejor es desecharlos sin más.
(Foto: Etsy)
Tintas que no envejecen bien
Dicho lo anterior, conviene recordar que hay tintas o formulaciones específicas a las que el tiempo no favorece. Las tintas ferrogálicas, como ya hemos visto, son una de ellas. El color desaparece y tiende a contaminarse con gran facilidad. Hay también algunas gamas, especialmente en el rango de los verdes, que tampoco suelen durar mucho en óptimas condiciones y, por último, algunas clásicas de Parker, como la Superchrome, por ejemplo, son un dolor de cabeza. En cambio, yo he usado tinteros de Waterman con más de cuarenta años y he obtenido un resultado magnífico.
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foto: Fountain Pen Love)En resumen, las tintas "vintage" se pueden usar siempre y cuando no presenten ninguno de los problemas descritos que, en realidad, afectan también a las tintas modernas. Teniendo las precauciones necesarias, nuestra colección de tintas durará mucho tiempo y, en la mayoría de los casos, podremos mantenerlas en uso con una mínima intervención. Como siempre, conviene ser precavido y, en el peor de los casos, llevar a cabo las pruebas en plumas de escaso valor. Con ello, podremos seguir disfrutando de nuestra tinta durante muchos años.