Hace ya algún tiempo mi querido amigo y bloguero, Carlos Cal, tuvo la gentileza de regalarme algunos viejos productos portugueses de escritorio. Cuadernos de tapa dura y, entre otras cosas, un precioso rollo de papel secante de datación incierta pero con no menos de setenta años a sus espaldas.
EL uso del papel secante va ineludiblemente unido al de las plumas y, más especialmente, al de las plumillas y los palilleros. La llegada de la pluma estilográfica y su muy eficiente sistema de gestión de flujo, mitigó en gran parte la necesidad de este tipo de recurso. Pese a todo, los amanuenses delicados y también los que se iniciaban en la escritura, tenían siempre a mano papel secante para garantizar la pulcritud de sus trabajos. Como no es algo que sea de uso cotidiano, me permito dar aquí algunas instrucciones sobre cómo se usaba, y aún puede usarse si se desea, el papel secante.
El secante tiene por única misión enjugar el exceso de tinta de la escritura evitando, así, un accidental corrimiento o borrón al pasar inadvertidamente la mano o el antebrazo por el texto. Para usarlo, se aplica sobre las líneas recién escritas de modo que el papel absorbe la tinta líquida.
El papel secante se ha distribuido de mil maneras y formatos. Tradicionalmente, se vendía en hojas de mayor o menor tamaño que se usaban fijándolas a un tampón con forma curva en su parte inferior. El tampón se sujetaba por el pomo y se aplicaba sobre el texto escrito haciendo un movimiento semicircular, pero fijo, sobre el papel, de manera que se podía así retirar la tinta sin riesgo de provocar corrimientos de la misma.
Actualmente el uso del papel secante es prácticamente testimonial salvo en actos oficiales de firmas y siempre que se use estilográfica. En tal caso, un ayudante se coloca al lado de los signatarios y aplica el tampón después de cada firma antes de pasar a la siguiente. La verdad es que hay muy pocas personas que utilicen ya la estilográfica en estos actos de manera que no es muy habitual presenciar esta ceremonia.
Como ocurre con muchas otras cosas, el uso del papel secante se ha convertido en una operación nostálgica reservada a aficionados a la estilográfica o, sobre todo, a la caligrafía. Ahí todavía tiene un nicho de utilidad que hace que siga pudiéndose comprar el producto en librerías especializadas.
El papel secante se llama en portugués mata-borrão, un precioso nombre que suena a viejas librerías portuenses o lisboetas, a la Rua Garret o la Baixa de Oporto. El modelo que me regaló Carlos Cal es un rollo entero en forma de tanque de la primera guerra mundial y, prabablemente, de ahí viene su nombre figurado.
El TANK portugués tiene una presentación muy atractiva, con una tipografía interesante y un formato originalísimo. Su estado de conservación es óptimo.
Dan fe de su veteranía estos viejos anuncios portugueses:
Agradezco de nuevo a mi amigo Carlos Cal su generosidad y su participación en esta nuestro común amor por los viejos instrumentos y material de escritura. Siempre es un placer rememorar el mundo casi desaparecido pero siempre presente en la memoria estilófila de los aficionados.
EL uso del papel secante va ineludiblemente unido al de las plumas y, más especialmente, al de las plumillas y los palilleros. La llegada de la pluma estilográfica y su muy eficiente sistema de gestión de flujo, mitigó en gran parte la necesidad de este tipo de recurso. Pese a todo, los amanuenses delicados y también los que se iniciaban en la escritura, tenían siempre a mano papel secante para garantizar la pulcritud de sus trabajos. Como no es algo que sea de uso cotidiano, me permito dar aquí algunas instrucciones sobre cómo se usaba, y aún puede usarse si se desea, el papel secante.
El secante tiene por única misión enjugar el exceso de tinta de la escritura evitando, así, un accidental corrimiento o borrón al pasar inadvertidamente la mano o el antebrazo por el texto. Para usarlo, se aplica sobre las líneas recién escritas de modo que el papel absorbe la tinta líquida.
El papel secante se ha distribuido de mil maneras y formatos. Tradicionalmente, se vendía en hojas de mayor o menor tamaño que se usaban fijándolas a un tampón con forma curva en su parte inferior. El tampón se sujetaba por el pomo y se aplicaba sobre el texto escrito haciendo un movimiento semicircular, pero fijo, sobre el papel, de manera que se podía así retirar la tinta sin riesgo de provocar corrimientos de la misma.
Actualmente el uso del papel secante es prácticamente testimonial salvo en actos oficiales de firmas y siempre que se use estilográfica. En tal caso, un ayudante se coloca al lado de los signatarios y aplica el tampón después de cada firma antes de pasar a la siguiente. La verdad es que hay muy pocas personas que utilicen ya la estilográfica en estos actos de manera que no es muy habitual presenciar esta ceremonia.
Como ocurre con muchas otras cosas, el uso del papel secante se ha convertido en una operación nostálgica reservada a aficionados a la estilográfica o, sobre todo, a la caligrafía. Ahí todavía tiene un nicho de utilidad que hace que siga pudiéndose comprar el producto en librerías especializadas.
El papel secante se llama en portugués mata-borrão, un precioso nombre que suena a viejas librerías portuenses o lisboetas, a la Rua Garret o la Baixa de Oporto. El modelo que me regaló Carlos Cal es un rollo entero en forma de tanque de la primera guerra mundial y, prabablemente, de ahí viene su nombre figurado.
El TANK portugués tiene una presentación muy atractiva, con una tipografía interesante y un formato originalísimo. Su estado de conservación es óptimo.
Dan fe de su veteranía estos viejos anuncios portugueses:
Agradezco de nuevo a mi amigo Carlos Cal su generosidad y su participación en esta nuestro común amor por los viejos instrumentos y material de escritura. Siempre es un placer rememorar el mundo casi desaparecido pero siempre presente en la memoria estilófila de los aficionados.
Interesante reliquia. Nunca he podido yo hacerme con papel secante, mi padre solía tener alguna hoja de color azul creo recordar. Pero la última vez que revisamos juntos las reliquias de escritura apareció una hoja de calco pero no secante.
ResponderEliminarRecuerdo perfectamente esos papeles secantes azules a los que aludes. Creo que los fabricaba Pelikan y también forman parte del imaginario de mi infancia. Un cordial saludo amigo mío
EliminarMe alegro mucho que hayas vuelto, es mucho lo que he aprendido con tus artículos, y espero seguir aprendiendo más.
ResponderEliminarLo dicho, bienvenido de nuevo al "ruedo estilográfico".
Javier58
Amigo Javier, gracias por tu comentario. Seguiremos en contacto. un cordial saludo
EliminarUn abrazo querido amigo. Veo que has vuelto con la fuerza de un tanque. Solo por eso da gusto este encierro aunque pido a dios termine pronto por el bien de la humanidad. Feliz regreso. Gracias
ResponderEliminarBienhallado querido amigo, tenemos mucho que hacer por delante. Un fuerte abrazo
EliminarBueno, a mí zurdera le caería bien el papel. Me lo pongo en el dorso y a escribir. En todo caso, creo que en otras épocas y con antiguas tintas, haría más borronazos, de los que estoy acostumbrado. Saludos.
ResponderEliminarF. Nelson Cabrera.
una buena idea, amigo Nelson. Ciertamente, las manchas eran muy habituales antes, especialmente con los palilleros y los plumines de mojar. un saludo muy cordial
Eliminar¡Albrícias, el capitán ha regresado! Me alegra tu vuelta y al tiempo me apena el motivo de la misma, pero que le vamos a hacer. El papel secante sigue vigente, debido al auge de la gente que ha vuelto a los palilleros para la caligrafía, marcas como J.Herbin lo han vuelto a comercializar, todo es buscar en esas tiendas de los internetes y aparecen bastantes ...incluso el artilugio de madera cuyo nombre no recuerdo.
ResponderEliminarGracias por tu calurosa acogida, amigo Artur. El artilugio en cuestión se llama tampón o, al menos, así se le llama en España. un cordial saludo
EliminarVaya, pues he aquí uno que desconocía la existencia de éste papel, gracias por el descubrimiento!
ResponderEliminarGracias a ti por el comentario, amigo Cristian. un cordial saludo
EliminarQué alegría me dá mi amigo que hayas vuelto. Un millón de gracias por devolvernos la alegría. Y qué delicia de nota la que acabo de leer. Abrazos, y cuidate mucho
ResponderEliminarMe alegra mucho saludarte, amiga Gabriela. Te he echado de menos. Un fuerte abrazo, querida amiga
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