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Desmontando mitos...

Todo aquel que se aproxima al mundo de la estilográfica, como a cualquier otra liturgia, se encuentra con una ya clásica serie de mitos que voy a desmenuzar a continuación con el objetivo de aclara algunos conceptos confusos y, sobre todo, ofrecer al nuevo coleccionista o aficionado, algunos puntos básicos de interés. Qué haga luego el interesado con ellos es cosa distinta, pero la confusión no debe ser nunca alimentada.

1.-¿Un precio alto equivale a una gran calidad?

La pregunta correcta sería: ¿existe una relación directa entre precio y calidad? La respuesta es: claramente, no.
Ya he dicho en algún lado que, por encima de unos 150 ó 200 euros aproximadamente, lo que compramos en una pluma no es calidad de escritura sino acabado, presentación o exclusividad, variables que cada uno estima en el precio que corresponda.
Es más que probable que, por ejemplo, una Montblanc Edición Limitada con algo de oro y algún diamante en el diseño y que cuesta miles de euros escriba exactamente igual que una Pilot 74 de 60 euros. Me atrevería a decir que incluso igual que una Safari de 20 euros o una V-Pen de 3.
Es lógico pensar que una pluma cara, en conjunto, sea un producto más refinado que una de 20. La calidad general de los plásticos, el material del plumín y el sistema de carga, corresponden con esta percepción. Pero por encima de los referidos 200 euros, estamos comprando otra cosa que un instrumento de escritura, suponiendo que nos interese que solo un número limitado de personas en el mundo, por decir algo, tenga el mismo objeto que nosotros. Esto puede ser interesante pero no redunda en la eficacia de dicho objeto.
Una hermosa Namiki Maki-E de Pilot, Nakaya o Danitrio, son algo más que instrumentos de escrituras. Son obras artísticas cuya autoría y belleza se paga aparte.

2.- ¿Hay marcas de calidad garantizada?

No. Hay marcas con prestigio que no corresponde a la realidad y marcas de fiabilidad contrastada pero de escasa fama comercial.
Se rompen tantas Montblanc, Dupont o Waterman como Kawecos o Twsbi. Quizá más. Lo que es seguro es que presentan, potencialmente, los mismos problemas que las modestas Lamy o las recordadas Inoxcrom. Si alguien piensa que con una Montblanc o una Pelikan de 800 euros nunca tendrá problemas con el pistón, el alineamiento del alimentador, las pérdidas de tinta o el desgaste de la rosca del capuchón, está equivocado. Tendrá, o no, los mismos que con una humilde Sailor 1911 de 80 euros.

3.- ¿Son mejores los sistemas clásicos de alimentación que el convertidor o el cartucho?

Los sistemas de alimentación son el producto de una evolución industrial de decenas de años. Cada método tiene sus ventajas y sus inconvenientes. El pistón, por ejemplo, ofrece gran capacidad de tinta y refinamiento mecánico. A cambio, obliga a un cuidadoso mantenimiento y presenta complicaciones para su montaje y desmontaje.
Los sistemas clásicos de Sheaffer, como el snorkel o el Vac Filler son métodos muy sofisticados, originales  y elegantes, bellos en sí mismos, aunque endiabladamente complicados de mantener y reparar si llegan a fallar.
Los depósitos de goma, ya sean accionados por palanca, botón o crescent, son fiables, elegantes y seguros pero tienen poca capacidad y obligan a un mantenimiento periódico porque el depósito se deteriora y pierde sus propiedades.
La ausencia de mecanismo interno, o eyedropper, aporta enorme capacidad pero presenta graves problemas de   regularidad en el suministro de tinta y riesgo de pérdidas.
El cartucho es, nos guste o no, el elemento que salvó a la estilográfica como instrumento de escritura moderno. Es un sistema práctico, limpio, sencillo, inmediato y que permite contar con reservas de tinta en cualquier momento y situación sin necesidad de recurrir a un engorroso tintero. El convertidor, que viene a ser un cartucho rellenable, es una solución intermedia perfectamente compatible con el cartucho estándar.
Lo que ocurre con los sistemas clásicos de almacenamiento de tinta es que responden mejor al gusto de los aficionados por ser más complicados, mecánicamente más interesantes, más bellos. Es como comparar un reloj de cuarzo con un mecánico. Funciona mejor y es más práctico el primero, pero nos gusta mucho más el segundo.

4.- ¿El  oro para el plumín es siempre mejor que el acero?

El oro aporta, esencialmente, dos valores esenciales: es un metal inalterable que no se oxida ni se deteriora con el tiempo y que, además, admite reparación. Esto no lo puede hacer igual un plumín de acero que se oxida y, si se dobla, se rompe.
Sin embargo, en términos funcionales, el oro no aporta mucho más que estas cualidades mecánicas. El punto de escritura, que es lo esencial en un plumín, está hecho de iridio u otra aleación dura y, por tanto, no guarda ninguna relación con el material del mismo.
El oro aporta, eso sí, extraordinaria belleza. Permite ser tratado como una joya y ofrece unas posibilidades estéticas que ningún plumín de acero puede igualar. Los mejores plumines, los grandes Pilot-Namiki, Pelikan, Sailor, Visconti, Omas o Montblanc, son artículos hermosísimos con independencia de sus cualidades mecánicas.
Por tanto, un plumín de oro no tiene por qué escribir mejor ni peor que uno de acero. Pero suele ocurrir que el de oro, en  marcas de prestigio, esté fabricado con sumo cuidado para corresponder con la calidad general que se pretende dar a una pluma.


5.- ¿Merece la pena adquirir plumas antiguas?

Una pluma antigua en funcionamiento ha demostrado su eficacia durante años pero eso no garantiza que lo seguirá haciendo. Hay ejemplares robustos pero hay otros muy delicados y difíciles de restaurar o mantener.
Si uno es coleccionista, merecerá la pena buscar y adquirir ejemplares concretos que enriquezcan una colección. Si alguien recupera la pluma de su padre, de su abuelo o de cualquiera que le aporte un valor sentimental añadido, merecerá la pena que gaste lo necesario para su restauración y uso.
La belleza y valor de los objetos antiguos es algo que cualquier persona sensible es capaz de apreciar pero eso no significa que cualquier pluma antigua sea mejor que una moderna. En general no lo será puesto que se trata de objetos superados por la evolución industrial. Son bellos, pero poco prácticos.
Fuera de coleccionistas o de supuestos de valor sentimental, las plumas modernas ofrecen incuestionables ventajas: fiabilidad mecánica, actualidad de materiales, garantía, repuestos, servicio...


6.- ¿Es preferible comprar en una tienda física antes que en internet?

Actualmente no. Y atención que hablamos de comprar.
Se suele decir que en una tienda física las plumas se pueden probar. Es cierto en parte aunque no en todos los casos pues no hay muchos vendedores que estén dispuestos a entintar una pluma cara para que la pruebe el interesado. Se puede sopesar, ver, comprobar las dimensiones, pero no confirmar que sea la pieza que queremos o necesitamos. Eso solo se advierte tras horas y días de uso.
Actualmente, la facilidad de los medios informáticos, permiten apreciar todos aquéllos detalles desde la pantalla de un ordenador y, si es necesario, acudir a cualquier tienda para apreciarlos directamente. Ver las plumas sí, aunque también se pueden ver en Penshows y Ferias de todo tipo. Comprar, en cambio, es otra cosa.
Internet ofrece unos precios imbatibles lo que, desde luego y lamentablemente, está acabando con las tiendas tradicionales. Pero es cuestión de competencia.
Una pluma en tienda física puede tener un precio superior en más de un 100% al que se puede encontrar en internet. A veces, el porcentaje es netamente superior. Cuando la diferencia no es muy alta o el riesgo es muy elevando, el consumidor suele comprar en la tienda y así ocurre con plumas baratas o con las muy caras, temiendo que la garantía de las tiendas online sea inferior. Es un error.
Las tiendas online modernas ofrecen un servicio magnífico, una garantía perfecta e inmediata y un servicio inigualado por las tiendas físicas.

Comentarios

  1. En cuanto a lo último, las tiendas en internet ofrecen productos en lugares donde la oferta ya no existe. De no ser por la red, en mi país, no hubiera adquirido plumas de calidad. Saludos.
    F. Nelson Cabrera.

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