Por trabajo, y también por afición, soy viajero frecuente y turista accidental. Como suelo pasar algún tiempo en los aeropuertos, aprovecho para recorrer sus instalaciones y tiendas libres de impuestos, ése invento de los años 60 del pasado siglo que ha crecido hasta convertirse en un fenómeno universal. Hoy me propongo hacer una breve referencia a lo que puede esperarse de los aeropuertos y de estas tiendas, de cara a la localización de gangas.
Recuerdo un viejo chiste de Jose Luis Coll que decía: ¨Pues yo, si algún día llego a ser rico de verdad, pero muy rico, lo primero que haré será ir a tomar un café al aeropuerto". La broma sigue siendo aplicable hoy en día porque los aeropuertos son, con mucho, los sitios con los precios más altos de cualquier país del que se trate. Un café que en Madrid puede costar un euro, en el aeropuerto será imposible de conseguir por menos del triple y casi siempre de peor calidad. Si decidimos ir a una de esas modernas franquicias con nombre de novela de Moby Dick y productos de nombre italiano, entonces el precio se sextuplica. Esta constante se mantiene, más o menos, en todos los países del mundo; en algún sitio, de manera escandalosa.
Si hablamos de comida, de dulces o delicatessen, los precios adquieren proporciones siderales. 100 gramos de jamón ibérico de bellota que en cualquier tienda de comestibles española puede costar unos 10 euros como máximo, puede duplicar o triplicar este precio en cualquier precioso lounge aeroportuario. Lo mismo ocurre con cualquier especialidad típica del país de que se trate, ya sea miel, arroz, chocolate o aguardiente local.
En el ámbito de lo souvenirs, los mismos objetos que en la calle casi nos regalan siguen la misma tónica inflacionaria y, para colmo, es posible que solo nos permitan pagarlos en dólares.
En cuanto a las tiendas duty free, y después de haber recorrido las de medio mundo, me atrevo a decir que no hay nada en ellas, repito na-da, que no se pueda encontrar más barato (o mucho más barato) en casi cualquier establecimiento de la calle. En el ámbito que nos ocupa, me he aburrido de mirar tiendas de estilográficas y accesorios de escritura por ver si encuentro algo asequible, pero todos mis esfuerzos han sido vanos. Ante todo, porque en los aeropuertos existe una perceptible tendencia a ofrecer boutiques en lugar de tiendas normales y, claro, ello implica inflar los precios porque el lujo ha de pagarse. Eso hace imposible entrar a ojear en los locales de algunas marcas (que todos imaginamos) porque, ante todo, uno se siente indigno de pasear por allí en pantalón corto y chancletas mientras mira las estanterías brillantes como patenas llenas de ejemplares dignos de un emperador. Pero hasta las humildes Lamy se pueden conseguir más baratas en la calle y eso ya es como para preocuparse.
El misterio, para mí, sigue siendo saber si se obtiene rentabilidad alguna de estos carísimos establecimientos aeroportuarios que, francamente, casi siempre veo vacíos. El público no es tonto, desde luego, y salvo compromisos ineludibles de última hora, casi nadie se gasta aquí lo que puede ahorrarse en cualquier centro comercial de la ciudad más cercana.
Quizá sea como aquél otro chiste de Jose Luis Coll que decía: "La gente no sabe comerciar: yo, si me piden un café, les cobro un millón de pesetas; ¿que el cliente no vuelve? pues que no vuelva".
(Las fotografías son de uso libre)
Recuerdo un viejo chiste de Jose Luis Coll que decía: ¨Pues yo, si algún día llego a ser rico de verdad, pero muy rico, lo primero que haré será ir a tomar un café al aeropuerto". La broma sigue siendo aplicable hoy en día porque los aeropuertos son, con mucho, los sitios con los precios más altos de cualquier país del que se trate. Un café que en Madrid puede costar un euro, en el aeropuerto será imposible de conseguir por menos del triple y casi siempre de peor calidad. Si decidimos ir a una de esas modernas franquicias con nombre de novela de Moby Dick y productos de nombre italiano, entonces el precio se sextuplica. Esta constante se mantiene, más o menos, en todos los países del mundo; en algún sitio, de manera escandalosa.
Si hablamos de comida, de dulces o delicatessen, los precios adquieren proporciones siderales. 100 gramos de jamón ibérico de bellota que en cualquier tienda de comestibles española puede costar unos 10 euros como máximo, puede duplicar o triplicar este precio en cualquier precioso lounge aeroportuario. Lo mismo ocurre con cualquier especialidad típica del país de que se trate, ya sea miel, arroz, chocolate o aguardiente local.
En el ámbito de lo souvenirs, los mismos objetos que en la calle casi nos regalan siguen la misma tónica inflacionaria y, para colmo, es posible que solo nos permitan pagarlos en dólares.
En cuanto a las tiendas duty free, y después de haber recorrido las de medio mundo, me atrevo a decir que no hay nada en ellas, repito na-da, que no se pueda encontrar más barato (o mucho más barato) en casi cualquier establecimiento de la calle. En el ámbito que nos ocupa, me he aburrido de mirar tiendas de estilográficas y accesorios de escritura por ver si encuentro algo asequible, pero todos mis esfuerzos han sido vanos. Ante todo, porque en los aeropuertos existe una perceptible tendencia a ofrecer boutiques en lugar de tiendas normales y, claro, ello implica inflar los precios porque el lujo ha de pagarse. Eso hace imposible entrar a ojear en los locales de algunas marcas (que todos imaginamos) porque, ante todo, uno se siente indigno de pasear por allí en pantalón corto y chancletas mientras mira las estanterías brillantes como patenas llenas de ejemplares dignos de un emperador. Pero hasta las humildes Lamy se pueden conseguir más baratas en la calle y eso ya es como para preocuparse.
El misterio, para mí, sigue siendo saber si se obtiene rentabilidad alguna de estos carísimos establecimientos aeroportuarios que, francamente, casi siempre veo vacíos. El público no es tonto, desde luego, y salvo compromisos ineludibles de última hora, casi nadie se gasta aquí lo que puede ahorrarse en cualquier centro comercial de la ciudad más cercana.
Quizá sea como aquél otro chiste de Jose Luis Coll que decía: "La gente no sabe comerciar: yo, si me piden un café, les cobro un millón de pesetas; ¿que el cliente no vuelve? pues que no vuelva".
(Las fotografías son de uso libre)
Hay sitios con en café más caro, hace unas semanas tuve una reunión con un cliente en un hotel de lujo de Barcelona, nos dirigimos a la cafetería para hablar con más tranquilidad, y pedimos un café cada uno, café que vino acompañado de unas galletitas muy ricas, cortesía de la casa. Cuando pedimos la cuenta, esta ascendía a poco menos de diez euros, casi cinco euros cada café. En su descargo hay que reconocer que al menos era café bueno, y no como el agua sucia que te suelen servir en los aeropuertos.
ResponderEliminarRealmente en los aeropuertos lo único que solía comprar, ahora ya no vuelo tanto, eran chocolates Toblerone y tubos de Lacasitos gigantes, a mis hijos les encantaban.
5 euros por un café trasciende el concepto de precio hacia algo superior que no me atrevo a calificar. Un fuerte abrazo, Alfonso
Eliminar"CORTESIA". Sin comentarios, suscribo todo lo dicho. Saludos
ResponderEliminarPedro; yo tambien me pregunto de donde sacan la rentabilidad esas tiendas; yo mismo me pase media mañana enfrente de una tienda de T__S (pida vocales) en el aeropuerto de barajas y no compro nadie.
ResponderEliminarAhora la ultima moda en muchos aeropuertos es que para embarcar tienes que cruzar por el medio de las tiendas (en La Coruña para acceder al control de equipajes tienes que cruzar la tienda y en Santiago de Compostela tienes que pasar si o si por el medio de la tienda si quieres embarcar).
Si alguien tiene curiosidad de lo que pagan las marcas por los alquileres de los locales en los aeropuertos de la red de AENA aqui teneis el enlace:
http://empresas.aena.es/sap(bD1lcyZjPTAxMA==)/bc/bsp/sap/zexpwai/cache.do?type=adjudicaciones&page=1
Curiosamente no puedo pasar un botellin de agua por ser un peligro, pero milagrosamente ese botellin de agua comprado en una tienda de un aeropuerto ya no es un peligro potencial para la seguridad mundial.
EL asunto de los líquidos tiene su miga, como bien apuntas. Que se haga de ello un negocio ya plantea otras dudas. Pero no olvides que incluso ese botellín comprado en las duty free , solo podrá ser consumido durante el viaje porque si haces una escala, también tendrás que abandonarlo. un saludo muy cordial, Santiago, y gracias por tu comentario.
EliminarEl truco consiste en pasar el botellin vacio y rellenarlo en las fuentes de agua potable que hay en los diferentes aeropuertos...
EliminarEn un dutty free pagas los mismos impuestos, lo que pasa es que despues puedes pedir su devolucion, por eso cuando compramis algo nos hacen pasa el boarding pass. Hay mucho fraude con esto porque muy poca gente solicita la devolucion del impuesto, ya sea por desconociniento o vagancia, y finalmente se la descuenta el propio establecimiento.
ResponderEliminarMe temo que no es así. Las Duty Free ya han descontado impuestos y tasas de sus PVP y, por tanto, no puedes pedir devolución ulterior alguna. Piden la tarjeta para asegurarse de que los productos son adquiridos por un viajero hacia país no miembro de la UE y que los productos salen del territorio nacional. Gracias por tu comentario y un saludo muy cordial
EliminarHola Pedro y demás lectores buenos días
ResponderEliminar¡ qué tema curioso !
las tiendas del duty free son un misterio universal.
El duty free de Argentina es francamente un asalto al bolsillo del incauto. Por decir: la caja de alfajores Havanna está 25 % mas barata fuera que en el duty free...
Y un poco lo que señala santiago mas arriba: si llevás en tu carry on una botella de vidrio o plástico no te la dejan pasar.... pero si la comprás en el Duty Free sí.
Como siempre Pedro tu blog es una delicia.
Gracias por tu comentario, amiga Gabriela. Conozco el caso de Buenos Aires y el de los deliciosos Havanna que, por cierto, ya han comenzado a distribuirse en España hace unos pocos años lo cual es un consuelo para sus incondicionales como un servidor. Un cordial saludo, amiga mía
EliminarUna de las cosas que suelo comprar en los Duty Free es vino, es algo que me gusta probar de los países que visito. Y sí, en la calle está más barato, pero hay un problema: que si compras fuera del aeropuerto tienes que embarcar la botella en la maleta, lo que no suele ser una buena idea a no ser que quieras tintar (nunca mejor dicho) toda la ropa. Además pueden poner pegas con el número de botellas que se pueden embarcar.
ResponderEliminarAsí que no queda mas remedio que comprar en el aeropuerto, donde las llevas tú como equipaje de mano (más seguras) y pudiendo comprar todas las botellas que te da la gana.
Tienes razón, Chucky; es la única manera de llevar vino al país de destino. Es triste consuelo para quien tiene que pagar el sobreprecio de las duty free, pero algo es algo. un cordial saludo
EliminarAbsolutamente con la entras y comentarios. .. tomadura de pelo.... mejor sale ir a Canarias. .. más cerca y más -bastante mas- barato!!!... aunque viajar siempre es un placer...
ResponderEliminarMucius Scaevola
Gracias por tu comentario Mucius; en efecto, viajar es un auténtico placer. Un abrazo
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