Hay muchos que se han dedicado a analizar el coleccionismo como una pulsión obsesiva; otros, han estudiado y determinado sus fases. Algunos, han pretendido dotar de sistemática al proceso y han establecido reglas lógico-estructurales. En realidad, lo único que se sabe del coleccionista es que no hay quien lo entienda del todo. Salvo para aquellos que lo consideran una inversión y, por tanto, siguen las reglas de una profesión y del mercado, para la generalidad es una afición que proporciona interminables horas de entretenimiento y concentración. Claro que esta afición, aunque suele moverse en el terreno de lo mensurable, puede adquirir proporciones monstruosas. En calidad o cantidad. En Madrid hay un monumento al coleccionista desaforado en ambos aspectos. Es el Museo Lázaro Galdiano. Don José, su protagonista, era el protocoleccionista, el paradigma del buscador, el archiacumulador de objetos. Lo que se ve en su antigua casa es solo una pequeña muestra de lo que consiguió reunir en
Plumas Estilográficas y Otras Cosas