La tragedia de Ana Frank en el Amsterdam ocupado de la Segunda Guerra Mundial es una epopeya íntima al mismo tiempo convertida en un símbolo histórico y político de primer orden. Su figura, engrandecida por una inteligente difusión, ha adquirido enorme relevancia en todo el mundo.
Los famosos diarios de Ana Frank fueron escritos, en gran parte, con una estilográfica de celuloide que su abuela le había regalado. Era una estilográfica de buena calidad, con plumín de oro. Hasta hoy no ha sido posible averiguar de qué marca era. Hay muchos que dicen que era una Montblanc pero pudo ser cualquier otra marca alemana de la época como Pelikan, Kaweco a Lamy. La casa-museo de Ana Frank ha sido consultada al respecto y ha respondido que lo ignoran.
Ana Frank escribió sobre su estilográfica de manera apasionada y amorosa:
"Mi pluma ha sido siempre una de mis posesiones más preciadas. La amaba, especialmente por su plumín grueso de manera que ahora solo puedo escribir bien con puntos así. Mi pluma ha tenido una vida muy interesante.
Cuando tenía nueve años, mi pluma llegó desde Aachen en un paquete envuelto en algodón como "muestra sin valor". En Aachen vivía mi abuela que fue quien me la envió. Yo estaba en cama con resfriado y el viento de febrero aullaba en la casa. La gloriosa pluma tenía un estuche de piel y la enseñé de inmediato a todos mis amigos. ¡Yo, Ana Frank, la orgullosa poseedora de una estilográfica!. Cuando cumplí diez años me permitieron llevarla al colegio y la profesora incluso me permitió escribir con ella.
Sin embargo, al cumplir once, tuve que dejar a un lado mi tesoro porque la maestra solo permitía usar palillero y tintero.
Cuando cumplí 12 años e ingresé en el liceo judío, mi pluma recibió un nuevo estuche para la gran ocasión en el que cabía un lapicero también y se cerraba con una cremallera que parecía impresionante.
A los 13 años mi pluma vino conmigo al "anexo secreto" donde me ha acompañado en mis diarios y composiciones.
Ahora tengo 14 años y ha sido nuestro último año juntos. El viernes pasado, después de las 5, salí de mi habitación para escribir en la mesa pero me apartaron de allí Papá y Margot que tenían que estudiar Latin. La pluma se me olvidó en la mesa en cuya esquina estaba también el dueño de la casa limpiando judías. a las seis menos cuarto barrí el suelo con los restos de las judías. Tiré la basura a la cocina de donde salió una gran llama que me alegró porque ya casi se estaba apagando. Cuando acabó la clase de Latin y volví a la mesa, mi pluma no estaba allí. Buscamos sin éxito y ya por la noche, rebusqué entre las cenizas de la cocina y allí estaba. Cuando Papá la limpió apareció el clip aunque nunca el plumín. "Se habrá fundido" pensó Papá.
Tengo un consuelo aunque sea pequeño: mi estilográfica ha sido incinerada, como yo quiero serlo algún día."
Los famosos diarios de Ana Frank fueron escritos, en gran parte, con una estilográfica de celuloide que su abuela le había regalado. Era una estilográfica de buena calidad, con plumín de oro. Hasta hoy no ha sido posible averiguar de qué marca era. Hay muchos que dicen que era una Montblanc pero pudo ser cualquier otra marca alemana de la época como Pelikan, Kaweco a Lamy. La casa-museo de Ana Frank ha sido consultada al respecto y ha respondido que lo ignoran.
Ana Frank escribió sobre su estilográfica de manera apasionada y amorosa:
"Mi pluma ha sido siempre una de mis posesiones más preciadas. La amaba, especialmente por su plumín grueso de manera que ahora solo puedo escribir bien con puntos así. Mi pluma ha tenido una vida muy interesante.
Cuando tenía nueve años, mi pluma llegó desde Aachen en un paquete envuelto en algodón como "muestra sin valor". En Aachen vivía mi abuela que fue quien me la envió. Yo estaba en cama con resfriado y el viento de febrero aullaba en la casa. La gloriosa pluma tenía un estuche de piel y la enseñé de inmediato a todos mis amigos. ¡Yo, Ana Frank, la orgullosa poseedora de una estilográfica!. Cuando cumplí diez años me permitieron llevarla al colegio y la profesora incluso me permitió escribir con ella.
Sin embargo, al cumplir once, tuve que dejar a un lado mi tesoro porque la maestra solo permitía usar palillero y tintero.
Cuando cumplí 12 años e ingresé en el liceo judío, mi pluma recibió un nuevo estuche para la gran ocasión en el que cabía un lapicero también y se cerraba con una cremallera que parecía impresionante.
A los 13 años mi pluma vino conmigo al "anexo secreto" donde me ha acompañado en mis diarios y composiciones.
Ahora tengo 14 años y ha sido nuestro último año juntos. El viernes pasado, después de las 5, salí de mi habitación para escribir en la mesa pero me apartaron de allí Papá y Margot que tenían que estudiar Latin. La pluma se me olvidó en la mesa en cuya esquina estaba también el dueño de la casa limpiando judías. a las seis menos cuarto barrí el suelo con los restos de las judías. Tiré la basura a la cocina de donde salió una gran llama que me alegró porque ya casi se estaba apagando. Cuando acabó la clase de Latin y volví a la mesa, mi pluma no estaba allí. Buscamos sin éxito y ya por la noche, rebusqué entre las cenizas de la cocina y allí estaba. Cuando Papá la limpió apareció el clip aunque nunca el plumín. "Se habrá fundido" pensó Papá.
Tengo un consuelo aunque sea pequeño: mi estilográfica ha sido incinerada, como yo quiero serlo algún día."
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