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Una pequeña guía económica para el comprador de estilográficas (y III) Hábitos de uso

Concluye esta miniserie de apuntes económicos y funcionales con algo que no es propiamente una tesis económica sino una aproximación a los hábitos de uso de un determinado producto en función de su precio. La cosa parece algo confusa pero espero poder ofrecer algunas pistas que permitirán comprender algunos fenómenos como el concepto de plumas de colección o le uso de plumas desechables y por qué cada uno de ellos participa de una misma estructura de consumo.

El caso es que la industria de la estilográfica pone en el mercado productos de precio y calidad enormemente variada. Cada pluma sirve a un propósito pero, en términos de uso y, por tanto, de funcionalidad, hay un patrón casi invariable que podríamos definir usando un cuadro en el que la línea vertical indica la frecuencia de uso y la horizontal el precio de la mercancía.


Instintivamente, tendemos a pensar que usamos todas nuestras plumas de la misma manera; que circulan en nuestras manos de más o menos igual manera y que nuestros hábitos de uso están únicamente relacionados con el placer que nos procura cada pieza. Algo similar a esto:


Pero no es así. En realidad, usamos mucho más las plumas de precio medio. El cuadro habitual suele ser parecido a ésto:


Esto, que se aplica casi a cualquier cosa, es así porque nuestro instinto tiende a conservar y proteger aquello que consideramos más valioso. Ello deriva, como es lógico, de la facilidad de reposición. Cualquier cosa que nos interese y que resulte difícil de reponer, nos obligará a extremar el cuidado en su uso. Este interés no tiene siempre por qué ser económico sino también histórico o sentimental.  Las piezas únicas de lo que sea, siempre tenderán a ser muy cuidadas.

En el ámbito de la estilográfica, hay también piezas que atraen la atención del usuario y que, por cualquiera de las razones apuntadas, despertará en él un poderoso instinto de protección. A los efectos que nos interesan, todo ello puede traducirse a términos de valor, lo que nos permite establecer una relación directamente proporcional: a mayor valor/precio, mayor cuidado en el uso de la cosa. La razón es, desde luego, que si se produce su pérdida, será imposible, muy difícil o muy cara, su reposición.

El poseedor de numerosas plumas tiende a usar relativamente pocas y casi siempre son las que se encuentran en una posición intermedia de valor/precio. Las muy caras, las muy raras o las muy queridas, suelen usarse muy poco para evitar el riesgo de perderlas o deteriorarlas.

A su vez, las plumas muy baratas tienden a no usarse más que para ser probadas porque su funcionalidad no alcanza, ni de lejos, a las gamas intermedias.

Dentro del esquema básico expuesto, que se aplica a la inmensa mayoría de los usuarios, puede haber variaciones. Aunque raro, puede darse el caso de quien usa todas sus plumas, ya sean caras o muy queridas:


Otro, de gran poder adquisitivo o que valora especialmente la calidad o exclusividad de sus piezas, usará principalmente las más raras o las más caras.


Finalmente, otro, especialmente un experto coleccionista, será muy precavido y mantendrá guardada la mayoría de su valiosa colección:


Resulta curioso e ilustrativo que cada lector haga el esfuerzo de dibujar su propio protocolo de uso. Repasando qué plumas son las que más usa de entre su colección, podrá averiguar qué modelo sigue.

En definitiva, nuestros hábitos como usuarios medios se centran, principalmente, en el uso de plumas de gama media, de reposición sencilla o no especialmente onerosa, porque volver a comprar una Sailor 1911 estándar es relativamente fácil pero sustituir una Nakaya de alta gama supone un desembolso muy elevado, incluso suponiendo que siga existiendo el modelo.

Concluyo pues esta pequeña serie de curiosidades económicas esperando haber despejado algunas dudas y, sobre todo, habiendo aportado algún conocimiento útil a todos los lectores. Al final, casi todo tiene una explicación.







Comentarios

  1. Vaya, cuando parecía que estaba todo inventado, va Pedro y se marca una serie de artículos de Econoplumía de lo más didáctico y curioso. Este último me hace recordar a la ley de Gresham pero aplicada a la estilográfica: la pluma media desplaza a la pluma de gama alta. Un muy cordial abrazo, amigo.

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    1. Es un placer saludarte, amigoo Joker. Gracias por tus amables y siempre agudos comentarios. un fuerte abrazo

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  2. Las Matemáticas logran explicar casi todo... Me han gustado mucho estas entradas, ¡muy ilustrativas!

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    1. Gracias, amigo Fran. Me alegra haber sido útil. Un fuerte abrazo

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  3. Muy ilustrativa entrada. Con frecuencia nos guiamos por criterios de comportamiento no muy racionales, pero comprensibles, como bien indican los modelos que has trazado. Si lo pensamos fríamente, lo más normal sería utilizar más aquellas plumas que mayor placer o agrado de uso nos brindan, independientemente de su valor económico. Dando por hecho que todas escriban y funcionen bien, en mi caso se trata de aquellas que más recuerdos o emociones me suscitan, cumplen su papel igualmente, pero me hacen sentirme mejor. La realidad es otra, y muchas veces por miedo a perderlas o a que se estropeen, acabamos por no usar estos ejemplares, perdiéndonos todo lo que pueden aportarnos. Así somos...

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    1. Coincido con tus reflexiones, amigo Santipen. Recibe un saludo muy cordial.

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  4. Tengo bastantes y uso algunas bastante mas que otras, pero la que mas uso es precisamente la de mayor valor tanto económico como sentimental, una Sailor KOP que fue el último regalo de mi madre en vida.
    Saludos a todos

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    1. Gracias por compartir tu experiencia, amigo Eduardo. Espero que disfrutes de esa pluma excepcional en todos los sentidos. Un saludo muy cordial

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