Se trata de pequeñas greguerías o argumentos que suelen darse a favor o en contra de las estilográficas. Como pretendo ser lo más objetivo posible, daré algunos a favor y otros en contra. Como no lo soy en absoluto, terminaré la serie con las razones por las que creo -en serio- que todos deberíamos escribir -al menos alguna vez- con plumas estilográficas.
Espero que estas breves entradas, orientadas sobre todo a la diversión veraniega y bienhumorada, sirvan de solaz a mis amables lectores y que, en el mejor de los casos, les arranquen una sonrisa y en el peor, me las disculpen.
(foto: wikipedia)
¿Por qué son aborrecibles las estilográficas?
1.- Manchan los dedos.
Y, justamente, en el peor momento; ése en el que vamos a firmar el documento tan importante, el contrato tan esencial, o el matrimonio para toda la vida. Los dedos azulados, o peor, anaranjados, del estilófilo destacarán ominosamente en medio de la mesa mientras todas las miradas se posan conmiserativamente -en el mejor de los casos- en el atribulado sujeto. Si, con un poco de suerte, nos hemos tocado inopinadamente la nariz instantes antes, alegraremos el ambiente con los divertidos colores que adornaban la cara de Charlie Rivel. Y si, de paso, nos hubiéramos arreglado la corbata, habremos arruinado con la huella indeleble de nuestras manazas la inmortal obra de Armani.
2.- Se quedan sin tinta de repente
Nos hemos pasado el día intentando calcular cuánta tinta nos queda en el depósito que llenamos hace cuatro días y, precisamente en el momento en que necesitamos escribir algo así como para salvar nuestra vida estando a 50 km como mínimo de la papelería más cercana y a 100 de nuestro domicilio, la estilográfica se seca sin dar un ay. El nervioso desenroscado del cuerpo con dedos agarrotados por el pánico (quizá teñidos de tinta), solo confirmará nuestro peor presentimiento: ni una gota en el depósito. La maldición caiga sobre el Sr. Waterman y su ominoso invento.
(foto: shoshiplatyplus)
3.- No se pueden dejar.
¿Quién no ha experimentado el intenso dolor que provoca la punzante mirada de un, hasta entonces, entrañable amigo al que acabamos de negarle nuestra pluma? La terible sensación de abandono que provoca este silencioso reproche solo es pareja con la mala conciencia que nos acompañará para siempre. Claro que solo hay una sensación peor que ésta: la alternativa de ver cómo el prestatario accidental de nuestro tesoro machaca el plumín contra el papel hasta convertirlo en un guiñapo mientras somete al delicado instrumento a un ejercicio de "confiesa o te estrangulo" que acabará con nuestro ingreso en el servicio de urgencias más cercano por un amago de infarto.
4.- Son frágiles
Por mucho que se empeñen los fabricantes, las plumas se rompen más que los teléfonos móviles. Algunas tienen piezas cuyo nombre ni siquiera se conoce y otras tienen mecanismos que parecen directamente sacados de laboratorio del Profesor Fate. ¿Por qué lo hacen todo tan complicado? Reparar una pluma es cosa de doctores que conocen el arcano secreto y si alguien comete la osadía de desmontar una, se verá invariablemente incapaz de volver a montarla en el orden adecuado y, sobre todo, con el resultado apetecido. Las estilográficas son instrumentos con la asombrosa capacidad de concentrar en el menor número de componentes, la mayor dificultad de montaje.
5.- Son caras
¿Un instrumento de escritura que cuesta cientos de euros? Con lo que valen algunas alemanas de renombre, uno se puede comprar un zurrón de lapiceros, bolígrafos y rotuladores de gel, como para inundar el mercado africano. Con lo que valen otras, se puede uno comprar un pequeño utilitario que -es cierto- no escribe, pero lleva aire acondicionado. Y el precio de algunos modelos de lujo supera al del mítico apartamento en Marbella. Ni creyendo en la multi-reencarnación gastaría alguien la colección de plumas que algunos atesoran -a veces sin usarlas- y en la que han invertido cantidades ingentes de dinero que podrían haberse aprovechado en infinidad de otras cosas más prácticas y, sobre todo, mucho más divertidas.
Fin de la primera parte...