En el siguiente esquema, se representa una punta de iridio apoyada en el papel, visto de frente. La línea naranja es la tinta que, como se puede apreciar, está en contacto con el papel.
En cambio, como podemos ver en el esquema que sigue, el excesivo pulido de los bordes hace que la tinta no llegue a hacer buen contacto con la superficie del papel. En consecuencia, si la distancia entre la tinta y el papel es excesiva, el papel muy satinado, o la tinta es algo densa o con muchos tensoactivos, se producirán interrupciones del trazo que resultan muy molestas.
El fenómeno del baby bottom se ha multiplicado recientemente, con toda probabilidad a causa del gusto casi universal por los plumines suavísimos. Para eliminar este efecto, no hay más remedio que pulir de nuevo el iridio. Es cierto que se pueden llevar a cabo otros ajustes, incluido un cambio de tinta por otra más fluida, pero el problema persistirá ya que se trata de un defecto físico.
El pulido del iridio es una operación delicada y, por tanto, no la aconsejo a quien no tenga una experiencia mínima. Es mejor, en otro caso, llevar la pluma a un especialista que llevará a cabo el trabajo con seguridad y garantía.
Pero si hay alguien que se atreve, o que le apetece experimentar con alguna pluma de bajo precio, este es el sistema. Quede bien claro que no asumo ninguna responsabilidad por los riesgos derivados de este trabajo que, desde luego, existen.
Lo primero es adquirir unas lijas ultrafinas. Yo uso las Micromesh, que se distribuyen en España y que son de gran calidad. Tiene muchos usos, pero para este trabajo, es conveniente usar las más finas, de 12000, u 8000 para los casos más graves. Es preferible repetir varias veces con la primera antes que excedernos una sola con la segunda.
Usaremos la lija de 12000. Antes de comenzar, lubricaremos la lija con una gota de agua. Esto optimizará su funcionamiento y proporcionará un pulido uniforme de la punta de iridio.
La pluma debe agarrarse como si se fuera a escribir, es decir, que el plumín debe apoyarse en el papel de lija con el mismo ángulo y dirección que usamos cuando escribimos con él.
A continuación, y siempre dentro de la gota de agua, escribimos 10 ochos. No hay que apretar, simplemente escribir como lo haríamos sobre un papel normal.
Seguidamente, escribimos 10 símbolos de infinito, es decir, ochos apiadados. Es como si dibujáramos una flor de cuatro pétalos.
A continuación, utilizamos la lupa para comprobar si se ha producido un ligero desgaste en el iridio. Debemos mirar la punta de frente, para poder apreciar mejor las líneas del iridio.
En todo caso, escribiremos en un papel para comprobar si el problema persiste, ha mejorado, o ha desparecido.
Si persiste, repetimos el proceso entero (diez ochos más y diez infinitos), con cuidado de no apretar; la impaciencia es un gran enemigo de este tipo de trabajos.
Volvemos a comprobar con la lupa y contrastamos si la escritura mejora. Si no lo hace, repetimos una vez más el ciclo.
Cuando veamos que la escritura es correcta y que el trazo ya no se interrumpe, la operación habrá concluido y nos habremos deshecho para siempre del molesto baby bottom.
Vuelvo a llamar la atención a los lectores sobre lo irreversible de este proceso. Si nos excedemos, podemos arruinar el iridio para siempre y el plumín se echará a perder. Recomiendo, además de tener cuidado, experimentar con plumines baratos de acero de los que haya repuestos.
Espero haber sido útil y haber contribuido a resolver uno de los problemas más frecuentes en las estilográficas modernas.