No recuerdo dónde leí recientemente que uno de los temas de interés entre los aficionados es preguntarse por el futuro de las estilográficas. Dicho de otra manera más comprensible: ¿hay un futuro técnico por descubrir? ¿evolucionarán las plumas tal y como las conocemos? ¿qué nos deparará el desarrollo del instrumento?.
Este tipo de preguntas muestra un sesgo histórico de gran calado, o sea, el prejuicio de que la evolución de la estilográfica durante los últimos 100 años ha sido profunda y notable y, casi por inercia, que esto constituye un proceso consustancial al instrumento, tal y como ocurre, por ejemplo, con la informática o el mundo del motor. ¿Cuáles serían ,pues, las previsibles novedades en el diseño, la técnica y la funcionalidad de las estilográficas del futuro?
Ante todo, me resulta arriesgado comparar la estilográfica con productos mucho más complejos o que implican técnicas y materiales susceptibles de proporcionar cambios radicales en su desarrollo. En el mundo de la informática, por ejemplo, la arquitectura de diseño, los nuevos materiales aplicados a los soportes y el extraordinario desarrollo e inventiva de la ingeniería física, lógica, química y ya casi cuántica, de las nuevas tecnologías digitales, dan como resultado un nivel asombrosamente acelerado de evolución.
(foto: lifelongfriendshiosociety)
Pero el hecho de que un producto, o un segmento de conocimiento, evolucionen muy rápidamente no constituye una regla homologable para los demás. Nótese que cuanto más complejo es el área de que se trate, más capacidad de evolución tiene. Una pinza para la ropa es difícilmente mejorable y por muchos nuevos diseños y materiales que se introduzcan en el mercado, la estructura funcional básica de los dos palitos y el muelle, sigue siendo inmejorable. Lo mismo cabría predicar de infinidad de herramientas que apenas han sufrido evolución a pesar de la vorágine de las últimas décadas. El clip, el destornillador, el alambre de púas, el martillo, la herradura o la tetera, por citar algunos, solo se pueden modificar arruinando su original eficacia.
El caso de la estilográfica es algo más complejo porque, en efecto, constituyó una verdadera revolución técnica. Tras siglos de búsqueda de un instrumento eficaz de escritura, se consiguió optimizar el principio de capilaridad con un deposito estanco que permitía usar y llevar, al mismo tiempo, la tinta imprescindible para poder escribir sin tener que mojar cada poco en un tintero. Cuando los elementos técnicos esenciales se optimizaron, el nuevo instrumento revolucionó la escritura a mano. La cuestión es que, casi desde ese mismo momento, se pudo apreciar que la estructura básica de la estilográfica era difícilmente mejorable. Durante décadas, el conjunto funcional de plumín, alimentador y depósito, apenas sufrió alteraciones significativas. Del cuentagotas se pasó al depósito de goma y poco más. Pronto las plumas fueron todas sustancialmente iguales y, a partir de entonces, los fabricantes se concentraron en aspectos naturalmente accesorios como son los sistemas de carga, las cualidades de los materiales usados y, desde luego, el diseño y la estética del instrumento.
En los casi 150 años de vida de la estilográfica moderna, desde que Waterman inventara su Regular en 1884 basada en el sistema de capilaridad, los componentes técnicos esenciales de cualquier pluma son los mismos hasta el día de hoy. Nadie ha conseguido mejorar la idea. Una pluma de 1920 es, tecnológicamente, idéntica a una de 2021.
En todo caso, la pregunta que nos hacíamos al principio de este texto podría responderse atendiendo a una visión general de la evolución de los instrumentos de escritura. Siendo así deberíamos decir que, en realidad, los productos nacidos desde, o a partir de, la estilográfica han sido los que la han desbancado: fundamentalmente el bolígrafo y su desarrollo ulterior en forma de
roller, gel, y, más recientemente, las escritura electrónica con punteros. Pero en términos categóricos, es decir, considerando cada instrumento como un concepto específico, las estilográficas modernas no evolucionan sensiblemente desde 1884.
A mi parecer, este fenómeno se debe a la perfección de la solución técnica que encontró Waterman y la subsiguiente comprobación de que, como tantas otras cosas, aquéllo apenas se podía mejorar. Este es el motivo de que una pluma moderna, dejando al lado las fantasías típicas de, por ejemplo, Sheaffer en los años 50 y 60 del pasado siglo, funciona igual que lo hacía una Waterman de 1915 o una Parker de 1920 con sus depósitos de caucho flexible, ya plenamente incorporados.
Llegamos ya al punto de las repuestas. ¿Podemos esperar algo más de la estilográfica? Mi opinión es que no. Dejando aparte ya su utilidad funcional como instrumento de escritura, algo ya residual salvo en algunos países orientales o asiáticos, no se me ocurre qué innovación sustancial puede incorporarse a un instrumento que ha demostrado durante décadas que no tiene capacidad de desarrollo técnico porque lo que hace, lo hace muy bien.
Se podrán mejorar los materiales, los acabados, los ajustes y la estética, pero el corazón de la estilográfica permanecerá prácticamente invariable porque cualquier modificación de fondo pasará, inevitablemente, por transformarla en otra cosa.
Hay un punto, sin embargo, en el que sí creo que hay espacio para el desarrollo y es el referido al plumín. Si nos detenemos un instante a reflexionar sobre posibles campos de mejora en la estilográfica, coincidiremos en que el plumín constituye, no solo la esencia del instrumento, sino su principal punto flaco. Los sistemas de carga pueden varias y ser más o menos eficientes, pero el desempeño final de la pluma depende del conjunto plumín/alimentador y ahí es donde radica su potencial debilidad. Este es, por tanto, el elemento en el que, a mi juicio, aún queda espacio para mejorar.
(foto: nibs.com)
Junto con el puro desempeño, también considero que el plumín admite desarrollo en materia de diseño y funcionalidad y, en cuanto a esto, creo que el futuro vendrá de Japón ya que su industria ha demostrado una capacidad de imaginación y adaptabilidad absolutamente singulares. Pilot y Sailor, con sus plumines especiales, han demostrado que hay muchas cosas que aún se pueden hacer aunque no estoy seguro de que el mercado mundial, más allá del indio, chino o japonés, esté realmente interesado por estos desarrollos.
Un último aspecto de posible futuro podría ser incrementar la capacidad de interacción de la estilográfica con otros medios electrónicos o informáticos. Me consta que hay ensayos al respecto aunque siempre chocan con una realidad incontestable y es que la estilográfica es apreciada por su carácter personalísimo y por las posibilidades expresivas que confiere Para lo demás existen ya infinidad de bolígrafos, punteros y demás elementos que permiten la escritura electrónica. ¿Podemos esperar una estilográfica que traslade a la pantalla la expresividad de la escritura a mano?; es posible, aunque no parece factible contar con ello a corto plazo.
En cuanto a la industria, algo que ya hemos tratado en anteriores ocasiones, es de suponer que se produzca una concentración definitiva en torno a Japón, China, e India. El resto continuará con las líneas ya conocidas y sus respectivos nichos de mercado.
En conclusión, yo diría que el desarrollo tecnológico de la estilográfica ha llegado a su cénit con excepción, quizá, del plumín. El resto, probablemente, será un mero juego estético con las posibilidades que ofrecen los nuevos materiales y la maquinaria de construcción industrial. Al final, una pluma no puede ser mucho más que una pluma, a riesgo de perder su maravillosa e inconfundible esencia.
El tema de la entrada es muy interesante. Estoy de acuerdo con la mayoría de las reflexiones. Sobre cuestiones de desarrollo, estoy más informado sobre la industria alemana. Creo que la preocupación de las grandes marcas como Lamy o Kaweco es el control de calidad. Mucho se habla de que un porcentaje de las plumillas presentan algún defecto. Eso motiva que estas marcas tengan admiradores incondicionales y críticos inclementes. En esto influye el azar, a unos les tocan los plumines buenos y otros tienen la mala suerte de comprar uno malo. Por mi experiencia, en la mayoría de los casos basta un ajuste menor. Pero entiendo que los usuarios quieran que sus plumas escriban bien al estrenarlas. Sé que Lamy modificó el sistema de corte del canal del plumín hace 3 o 4 años. Y Kaweco reconoce implícitamente que la producción automatizada tiene sus límites cuando lanza una serie de plumines especiales de acero acabados a mano. En este sentido es interesante oír la entrevista a Gutbetler que le hizo una conocida tienda holandesa. Claro, estoy refiriéndome a marcas que producen bastantes unidades.
ResponderEliminarPor lo que he leído, ninguna marca está libre de producir un plumín defectuoso. Eso me sugiere que aún queda algo por mejorar en el conocimiento del comportamiento de los metales y el perfeccionamiento de los procesos de producción. Pero eso no afecta a la evolución del invento, pues la mayoría de los plumines escribe bien o muy bien y parece difícil que sea posible mejorar aún más la experiencia de escritura.
Recibe un cordial saludo.
Muchas gracias por tus agudas observaciones y la valiosa información que aportas, amigo Miguel. Estoy de acuerdo contigo en que el control de calidad de los plumines es el nuevo caballo de batalla de la industria. Como bien apuntas, ni el mejor de los sistemas de producción es capaz de evitar que haya plumines defectuosos. Es cierto que este fenómeno se minimiza al máximo en las grandes marcas, pero aún así, sigue siendo posible que una pluma cara necesite ajustes. Para mí no es ningún problema aunque entiendo que para un usuario normal, puede ser frustrante pagar 400 euros por una pluma que presenta problemas de flujo, por ejemplo. Quisiera también recordar que el control de calidad de un producto se mide en términos cuantitativos y de naturaleza. Un plumín moderno no es un producto defectuoso porque su diseño es perfecto y no contiene errores. Pero pueden existir fallos de manufactura, siempre mínimos, que el control de calidad es capaz de predecir y mantener controlados, aunque no de evitar en términos absolutos. Ahí radica, a mi juicio, el punto débil de la pluma y, como bien apuntas, este es el principal objetivo de los procesos de control de calidad: evitar o minimizar los casos. Un saludo muy cordial
EliminarEl tema es interesante, como siempre pasa con tus reflexiones. Me da la sensación de que con las plumas pasa como con otras consecuciones del desarrollo humano: como bien dices, se ha llegado al máximo. Si te fijas, incluso en los plumines, donde admites aún cierto campo de progreso, tampoco hay que esperar gran cosa. Un plumín debe escribir y hacerlo bien. Luego ya viene el grueso del punto y su posible flexibilidad. Eso es todo. Si te das cuenta las bellas imágenes con que ilustras tu reflexión hablan más de la belleza estética del plumín que de su funcionalidad. Hay ya tanta variedad de puntos y pulidos (desde el plumín más neutro hasta todos los tallados de tipo arquitecto, musical, para zurdos, para...), que ya lo que queda es la belleza intrínseca de la pieza -del plumín-: desde los más austeros y parcos (y eso es también un tipo de belleza) hasta los más ornados, hasta el barroquismo (otra opción). Pas un poco como con otro de nuestros grandes inventos: el libro. Se puede valorar la calidad estética y funcional de ciertos ejemplares. Si están bien o mal encuadernados o maquetados. Pero el libro, resultado de un I+D+I milenario, es insuperable. Aquí sí se ha producido un cambio cualitativo: el libro digital. Su gran aportación es su virtualidad, que no ocupe espacio. Y ahí acaba todo. Todo lo demás son inconvenientes que lo dejan muy por debajo del libro tradicional.Intenta subrayar un libro digital y verás tú el disgusto cuando tus notas desaparezcan al cambiar de plataforma o de lector. Ah, ¿que no cambias...? Pues, con el formato tradicional no hay ataduras de ningún tipo… Y encima lo disfrutas físicamente. ¿Me explico? Ves… Con el papel pasa tres cuartos de lo mismo. Una vez tenemos garantizado que se comporta bien con nuestras plumas… ¿qué más se puede pedir a un buen papel, habida cuenta de la enorme variedad que ya existe? De papeles, caudernos, cuadernillos, etc. En suma: la madurez plena está muy bien. Nos ayuda a disfrutar de lo esecnial. Que no es poco.
ResponderEliminarUn saludo bien coridal.
Interesantísimas reflexiones, querido Nauta. Las comparto plenamente. Añadiría, quizá, que la funcionalidad de los plumines es el único punto en el que puede haber dificultades técnicas, de acabado o de ajuste. Probablemente porque todo ello es consustancial al mismo concepto de diseño: hay una lámina metálica que precisa ser curvada y ajustada al alimentador, un sistema de flujo de aire que ha de ser eficiente y una optimización funcional con otros elementos externos como la calidad de la tinta y el papel. Este conjunto de factores hace posible que alguno de ellos no sea el adecuado y, de ahí, los problemas con los plumines. Pero, en esencia, coincido contigo en que el diseño actual ya no presenta demasiadas posibilidades. Un saludo muy cordial, amigo mío.
EliminarConcuerdo con usted, Capitán, aunque cueste admitirlo, que la evolución más inmediata de las plumas son los bolígrafos y subsecuentes. Y es que una solución técnica radica entre otras cosas, en simplificar el proceso, en la medida de lo necesario y posible. Sin embargo, es allí donde está la fortaleza de las estilográficas para nosotros. Ya que su estructura y tecnología permite el plasmar de una manera más personal e individual nuestra letra y pensamientos. Aunado a su suavidad. Junto a la realización artística propia de cada instrumento. Cosa que no ocurre con los lapiceros. Siendo así, ¿para qué sería necesaria una evolución?; ya que el que disfruta de un auto clásico no va a venir a buscar un motor sofisticado ni mejoras tecnológicas de otro tipo. No obstante como ha acotado, la mejora en la calidad siempre es posible, además de la mejora en la estética (hasta cierto límite), yo apostaría por la mejora en la ergonomía (sin sacrificar estética) y mejora en la química de las tintas.
ResponderEliminarPara finalizar, agradezco un tema de reflexión tan cautivador.
Muchos saludos.
F. Nelson Cabrera.
Gracias por su amable comentario amigo Nelson. Estoy de acuerdo con Vd. La mayor debilidad de la estilográfica (el plumín y la alimentación) son, por otro lado, su fortaleza funcional para la escritura, es decir, su capacidad expresiva, que no tiene parangón con ningún otro instrumento salvo, quizá, el pincel. Eso es lo que las hace únicas. Un cordial saludo, amigo mío.
EliminarHola de nuevo Capitán: Interesantísima reflexión de la que nos hacer partícipes. Yo mismo me la he planteado en alguna ocasión. A veces me gustaría que se pudiera hacer una especie de combinación que permitiera también su uso como lápiz electrónico o algo parecido. Nunca se sabe.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, amigo Fausto. La combinación que mencionas sería interesante aunque no afectaría mucho a la funcionalidad de la pluma en cuanto tal. Esperemos a ver qué nos depara el futuro. Un cordial saludo
EliminarMuy interesante reflexión. Como en la inmensa mayoria de los campos la estilográfica ha seguido una evolución en curva sigmoidea, en la que se ha llegado al cuasi-máximo desarrollo técnico posible dentro de las limitaciones de la premisa de lo que constituye la estilográfica: el trío deposito-alimentador-plumín. Me pregunto si habría una posibilidad técnica de modificar el flujo del plumín para hacerlo variable en geometría y así pasar de EF a B, o de redondo a itálico. Algo como el plumín ajustable de la Pilot Justus pero con mayores posibilidades. En todo caso, la estilográfica es una tecnología madura que produce en el presente los frutos más granados de su larga evolución, justo cunado ya no son "imprescindibles".
ResponderEliminarUn cordial saludo y gracias por seguir con este admirable blog.
Muchas gracias por sus amables palabras, amigo Trevor. Interesante posibilidad la que apunta: la posibilidad de cambio de punto en el mismo plumín de forma eficaz. Un cordial saludo
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy interesante entrada y reflexión. Yo también creo que la cuestión radica en los plumines, y no es que sea necesario avanzar, sino que hace falta volver la vista atrás. Es decir, con todos los avances técnicos que ha habido, las aleaciones que se han implementado y la capacidad de producción que tenemos con respecto a hace más de un siglo, no puede ser que muchos de los plumines antiguos les den mil vueltas a los plumines actuales. No es de recibo que los plumines flexibles actuales (más bien semiflexibles, porque flexibles casi nunca son) no lleguen ni a la suela de esos maravillosos wet noodles de principios del siglo pasado. No puede ser que lo mejor a lo que podamos aspirar en materia de plumines flex sea a una pluma Pilot con plumín Falcon con un alimentador de plástico a todas luces insuficiente que provoca que la pluma haga railroad a la mínima. Francamente, no entiendo a los fabricantes
ResponderEliminarGracias por su colaboración, amiga María. Estoy de acuerdo con Vd. en el sorprendente contraste entre las posibilidades funciounales de algunas plumas antiguas y las modernas. Quizá sea un camino por explorar, aún pendiente,. un cordial saludo
EliminarImpresionante discusión. Para mi el problema no es tanto de los plumines como de los alimentadores. No es de recibo que haya que pomperizar una pluma recién estrenada si no queremos dejarla apartada. ¿Falla el control de calidad o es que prima la belleza sobre la funcionalidad?
ResponderEliminarGracias por tu comentario, amigo Jose Juan. Un cordial saludo
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