Los objetos suntuarios, o de lujo, han acompañado a la humanidad desde la cuna de la civilización. Forman parte de la historia y de la cultura a lo largo de las edades del hombre y, con independencia de su forma y función, buscan representar la riqueza, el poder y la belleza. No hay objeto, singular o cotidiano, que no se haya transformado, en algún momento histórico, en un artículo de lujo. Desde las joyas y la vestimenta en la antigüedad, hasta los automóviles y la tecnología de vanguardia en la época moderna; desde las boquillas de plata o las armas, hasta los pastilleros de oro; todos los objetos de lujo han capturado la imaginación, el deseo y el aprecio de los hombres a lo largo de la historia.
Las teorías referidas a las denominadas “creencias del lujo” dan cuenta, por un lado, de la forma en la que se dirigen las relaciones sociales y, por otro, del fenómeno ideológico relativo al binomio excluidos/incluidos, es decir, quién pertenece y quien no, a un determinado grupo, cultura o sociedad. Este ha sido, durante muchos años, el fundamento de las relaciones entre personas que se construyen en torno a bienes o cosas concretas, capaces así de crear, tradicionalmente al menos, clases sociales y la idea de un elitismo económico, político y social.
Una estilográfica admite pocas variaciones funcionales, de manera que el lujo a ellas aplicado se concentraba en ofrecer al comprador pudiente algo que pudiera identificarlo o distinguirlo: riqueza, exclusividad, atracción y, en cierta medida, capacidad para conseguir la admiración de los demás. No hablo ahora de plumas carísimas por su rareza o por su valor histórico, sino del lujo en cuanto rasgo categórico objetivo, o sea, concentrado en un objeto capaz de identificar el poder, una élite económica o una clase social.
Este tipo de lujo, siempre ha estado presente en las estilográficas, aunque se ha manifestado de diferentes maneras. En nuestros días, la versión más extrema se ha refugiado en ejemplares desaforados en los que los aspectos funcionales de la pluma son meramente residuales. Se trata de un fenómeno que se extendió con el auge del coleccionismo de lujo y las ediciones especiales de los años 90 y que llegó a su apogeo en la década siguiente. En aquellos años, no hubo marca de prestigio que no se pusiera manos a la obra para fabricar todo tipo de excesos con los que inundar el mundo del lujo y atraer a personas de abultada billetera y escaso gusto por las estilográficas. En aquellos días, hubo muchos fabricantes europeos, sobre todo italianos, que se pusieron manos a la obra con entusiasmo, siendo Montegrappa uno de sus más dilectos representantes. Pero no solo ellos. Montblanc, por ejemplo, mantiene aún dos series que ya empiezan a resultar dignas de un cierto olvido estético: los Escritores y los Patrones de las Artes, aunque últimamente parecen haberle tomado gusto a la cosa y han ampliado su oferta con la colección High Artistry y la Masters of Art. Se ve que este sector del mercado aún funciona y, si bien se trata, en realidad, de tiradas pequeñas, sigue al pie de la letra el patrón económico del mercado de lujo: reducción de la oferta, abandono de la funcionalidad, búsqueda de un nicho selecto y precios desorbitados para vender exclusividad. Es decir, pocos valores de los que adornan a un estilófilo comme il faut.
No aburriré a los amables lectores con más consideraciones. Me limitaré, sí, hacer una breve síntesis de los tres elementos estéticos o rasgos que, a mi juicio, caracterizan las actuales ediciones de lujo en las estilográficas y que, en su vertiente extrema, van más allá de las colecciones para centrarse en ejemplares únicos o de tirada muy reducida.. Los tres elementos que veremos a continuación aparecen individual o concurrentemente en cada una de estas plumas de manera que, por lo menos, siempre hay uno de ellos presente en una estilográfica de lujo que se precie.
1.- Barroquismo.
Aunque un objeto de lujo no tendría por qué ser necesariamente vulgar o sobrecargado, hay una inequívoca tendencia al hiperrealismo barroco en la mayoría de las estilográficas de esta categoría. Los planos y los espacios, a poco que existan, se llenan de filigranas, ornamentaciones, esculturas y niveles superpuestos. Todo se rellena, duplica y se cubre de relieves. La elegancia es un concepto generalmente ausente del lujo que atiende, más bien, a la capacidad del objeto para trasmitir exclusividad o poder.
La simpleza de líneas está reñida con el lujo extremo. La idea, en cambio, es transmitir complejidad, dificultad en la ejecución y riqueza de diseño, con el objetivo de hacer obvio el trabajo efectuado, multiplicar el precio y llamar la atención de los demás exhibiendo una exclusividad vedada al común, así como la pertenencia a un grupo específico de personas.2.- Fabulación.
La estilográfica de lujo extremo no se limita a ofrecer al usuario un mero instrumento de escritura. Acostumbra a ir acompañada de un relato, o un concepto, que la supera y que aporta al comprador una narración figurativa que convierte la pluma en un elemento más de un diseño estético más amplio. En algunos casos, la estilográfica pierde su apariencia normal para transformarse en un elemento más del objeto que la contiene y la trasciende.
Por la razón susodicha, muchas plumas de lujo van frecuentemente unidas a elaboraciones complejas ligadas a una historia, una efeméride o un personaje que, por lo general, apenas guarda relación con el mundo de la escritura pero sí aporta una referencia cultural que inspira la obra o que justifica su misma existencia. Así ocurre, por ejemplo, con escritores, cantantes, inventores, países o ciudades; y también con aniversarios, barcos, efemérides de todo tipo u homenajes a instituciones, incluidos equipos de fútbol.
En alguno casos, la fabulación se convierte en todo un escenario que requiere una presentación mayor que excede los límites físicos de la estilográfica, dando lugar a auténticos dioramas en los que llega a ser difícil encontrar la pluma. En estos casos, lo de menos es la estilográfica, sino el concepto o la historia de la forma parte, el cual adquiere mayor importancia que cualquier otro aspecto relacionado con la escritura.
Una vez más, muchas gracias por esta nueva entrada. Como todas las suyas, la he leído con fruición. Qué suerte que tengo porque mi descubrimiento de su blog ha sido relativamente tardío, por lo que aún tengo muchos artículos suyos pendientes de leer y de releer. Y aunque aquí no entra usted en los detalles técnicos de tal o cual estilográfica, sus reflexiones me han parecido igualmente interesantísimas.
ResponderEliminarY sin ningún ánimo de polemizar, a mí, además, en el caso de Montblanc siempre me ha llamado la atención la elección de algunos personajes históricos como objeto de homenaje. Con el pretexto de que promovieron las artes en sus respectivos países, se han elegido personajes tan controvertidos, digámoslo así, como por ejemplo Napoleón, Moctezuma I Ilhuicamina (no confundir con Moctezuma II Xocoyotzin, antepenúltimo tlatoani de los mexicas) o la reina Isabel (o Elisabeth, como se prefiera) I de Inglaterra. Cabe preguntarse qué líder político, sobre todo si gozaba de gran poder, no recurría a esa promoción de las artes, con diversos fines, pero al fin y al cabo como muestra de su propio esplendor y el de su nación. En el caso de otros gobernantes, supongo que Montblanc habrá tenido en cuenta otros aspectos más discutibles para no agraciarlos con sus ediciones limitadas, la mayoría de las cuales, dicho sea de paso, a mí me parecen horripilantes. Pero es que en estos tres casos, sin ir más lejos, se trata de personajes que ejercieron su poder a costa de causar terribles sufrimientos a otros pueblos e incluso a parte del suyo. En fin, reyes o emperadores que para muchos historiadores, e incluso para los estándares de sus respectivas épocas, son verdaderos ejemplos de perfidia y crueldad. Por poner un ejemplo de esto, creo que a Montblanc nunca se le ocurriría lanzar una edición limitada dedicada a Adolf Hitler, a pesar de los logros de Leni Riefenstahl, o a Iosif Stalin, pese a la genialidad de Eisenstein.
Así que, además de dirigirse a determinados consumidores de lujo con este tipo de productos, me pregunto si en el caso concreto de Montblanc no habrá atendido, además, a las peticiones o pretensiones de determinados grupos de presión, poco o nada interesados en el arte.
Muichas gracias por sus amables palabras y sus agudas reflexiones. La elección de nombres para formar parte de una determinada colección daría lugar a otra entrada larga y jugosa. Esto se aplica a todas las marcas. Recuerdo una exótica colección de mi querida Omas denominada "Firmas para los Niños", que encargó, o fue realizada, en conmemoración de los 50 años de la marca en favor de Unicef. Eran 24 plumas recubiertas de plata diseñadas (?) y decoradas con firmas de personajes como Ornella Muti, Christian Barnard, Gina Lollobrigida o Julio Iglesias, entre otros. Siempre me pareció la colección más asombrosa de Omas. Un saludo muy cordial, amigo mío.
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