Kuala Lumpur es una ciudad a medio camino entre el esplendor de Singapur y el gigantismo dinámico de Bangkok. La capital malaya es una metrópolis de tamaño que aún puede considerarse abarcable y con una población de 2.000.000 de habitantes, un número igualmente razonable.
Como muchos otros enclaves de la región, Kuala Lumpur es una variopinta mezcla de lenguas y culturas aunque destacan los malayos, los chinos y los indios (sobre todo, tamiles). Se habla generalmente inglés, lo que facilita mucho la vida del viajero y le acerca a la población.
El paisaje urbano recuerda, en cierta medida, a la modernidad de Singapur, aunque Kuala Lumpur sigue contando con zonas de casas bajas y barrios enteros de escaso desarrollo, como Bangkok. Lo más chocante es la poca amigabilidad de la ciudad para con el peatón. Apenas pueden encontrarse aceras y paseos en el impresionante caos de calles, avenidas y pasos elevados que se entremezclan de un sitio a otro como una gigantesca tela de araña. En ocasiones cruzar de una acera a otra supone un auténtico problema. En otras ocasiones, pasar de una avenida a la inmediata, obliga al viajero a rodear edificios y tomar escaleras de ilógica planificación.
El metro funciona muy bien y tiene vagones reservados para mujeres con el fin de evitar el acoso sexual. México, Japón, Tailandia también disponen de este servicio.
Pero, al atardecer, el skyline de Kuala Lumpur es uno de lo más espectaculares del sudeste asiático y las Torres Patronas reinan desde el horizonte como dos inmensos menhires iluminados.
En el ámbito de la estilofilia, Kuala Lumpur es un destino muy poco excitante. Apenas cuenta con establecimientos especializados y los que hay, se limita a una repetición de los estándares habituales: Parker, Waterman y Sheaffer; también Lamy y muy poco más. Ni siquiera en el ámbito de las marcas japonesas hay nada interesante. La mayor parte de las veces, la oferta se limita a los modelos más baratos.
Afortunadamente los precios son mucho mejores que en Singapur y aún más bajos que en Bangkok. Pero dada la escasez de oferta, la ventaja casi desaparece.
Hay algunos establecimientos interesantes pero la producción propia se limita a algunos cuadernos de calidad floja aunque se ofrezcan a precios irrisorios.
En las librerías suele haber un pequeño apartado de papelería pero muy pobremente dotado y con apenas productos de interés para el amante de las estilográficas.
Kuala Lumpur es un buen destino para el viajero que desee conocer una ciudad curiosa. Sus precios son baratos, su comida de gran calidad y sus gentes muy amables. Para el estilófilo no es una ciudad que aporte gran interés aunque la curiosidad del viajero compensará todas las limitaciones.
Como muchos otros enclaves de la región, Kuala Lumpur es una variopinta mezcla de lenguas y culturas aunque destacan los malayos, los chinos y los indios (sobre todo, tamiles). Se habla generalmente inglés, lo que facilita mucho la vida del viajero y le acerca a la población.
El paisaje urbano recuerda, en cierta medida, a la modernidad de Singapur, aunque Kuala Lumpur sigue contando con zonas de casas bajas y barrios enteros de escaso desarrollo, como Bangkok. Lo más chocante es la poca amigabilidad de la ciudad para con el peatón. Apenas pueden encontrarse aceras y paseos en el impresionante caos de calles, avenidas y pasos elevados que se entremezclan de un sitio a otro como una gigantesca tela de araña. En ocasiones cruzar de una acera a otra supone un auténtico problema. En otras ocasiones, pasar de una avenida a la inmediata, obliga al viajero a rodear edificios y tomar escaleras de ilógica planificación.
El metro funciona muy bien y tiene vagones reservados para mujeres con el fin de evitar el acoso sexual. México, Japón, Tailandia también disponen de este servicio.
Pero, al atardecer, el skyline de Kuala Lumpur es uno de lo más espectaculares del sudeste asiático y las Torres Patronas reinan desde el horizonte como dos inmensos menhires iluminados.
En el ámbito de la estilofilia, Kuala Lumpur es un destino muy poco excitante. Apenas cuenta con establecimientos especializados y los que hay, se limita a una repetición de los estándares habituales: Parker, Waterman y Sheaffer; también Lamy y muy poco más. Ni siquiera en el ámbito de las marcas japonesas hay nada interesante. La mayor parte de las veces, la oferta se limita a los modelos más baratos.
Afortunadamente los precios son mucho mejores que en Singapur y aún más bajos que en Bangkok. Pero dada la escasez de oferta, la ventaja casi desaparece.
Hay algunos establecimientos interesantes pero la producción propia se limita a algunos cuadernos de calidad floja aunque se ofrezcan a precios irrisorios.
En las librerías suele haber un pequeño apartado de papelería pero muy pobremente dotado y con apenas productos de interés para el amante de las estilográficas.
Kuala Lumpur es un buen destino para el viajero que desee conocer una ciudad curiosa. Sus precios son baratos, su comida de gran calidad y sus gentes muy amables. Para el estilófilo no es una ciudad que aporte gran interés aunque la curiosidad del viajero compensará todas las limitaciones.
Eso de los vagones especiales para mujeres al principio me pareció curioso en México, después me embargo una vergüenza tal qué al final me arranco unas risas por la pena ajena y un enojo por igual
ResponderEliminar; de hecho en mi ciudad se señalan en el suelo del andén con una línea rosa los accesos especiales para ellas. Al ver esas líneas rosadas delimitando los vagones especiales, resople inevitablemente como mero acto reflejo: de tristeza, de pena, de vergüenza, por todos ésos estúpidos pseudo-hombres qué no pueden respetar a una mujer. Hay una frase que atesoro del maestro Camus, y ésta cita así, "No es la mujer lo único que nos queda del paraíso?". Para mí, alejado de esa retrograda y machista forma de pensar, las líneas pintadas, los vagones especiales y demás, sólo demuestra ése grado de insensibilidad al que han llegado muchos que se jactán de ser "hombres". Dejando de lado, ésos malos episodios, una lástima que Malasia, no sea un paraíso para el estilófilo, se podría esperar mucho más. Un saludo capitán y gracias también por el panorama general de los países que visita.
La primera vez que ví una línea rosada delimitando el acceso para ellas en el sistema de trenes ligeros en mí ciudad, resople embargado de una vergüenza, enojo, y cierta rabia por ésos pseudo-hombres qué no respetan a una mujer. De hecho, yo atesoro una frase del maestro Camus que dice lo siguiente: "No es la mujer lo único qué nos queda del paraíso?". A veces uno se decepciona de su país y no tanto de su país sino de esos hombres que tienen muy arraigado ese machismo a lo mexicano. Dejando de lado ésos terribles episodios de acoso en México y el mundo, (nunca falta un inadaptado), es extraño que un país cómo Malasia no sea un paraíso terrenal de las plumas fuente, y más por la zona en donde está ubicado. Gracias Capitán por el panorama general de los países que visita y por ése detalle de la vida estilográfica de otras latitudes.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Miguel. Te honran tus ideas y te felicito por ello. Recibe un fuerte abrazo, amigo mío.
EliminarBueno Don Pedro, tal parece que esos tres sitios tienen en común el clima y el desapego por las estilográficas, tal y como pasa "por ahora" en Venezuela. Si acaso las tres grandes "pseudoamericanas" y poco más. Por aquí al menos también está entrando Monteverde, otra "estadochinense". hahahahah.
ResponderEliminarCiertamente es una vergüenza que se opte por acosar en vez de seducir. La "señalética" de alguna forma dirige el comportamiento social en sitios de grandes aglomeraciones. Yo hubiera optado por segregar a los acosadores y, colocado (a modo de experimento), vagones para hombres machistas y acosadores. Nadie por voluntad, entraría en ellos y seguramente al cabo de un año el comportamiento habría cambiado. Los acosadores al salir del metro seguirán siendo los mismos. Sería interesante ver qué pasa.
El venezolano, caribeño, latino, desordenado y mal educado de los años 80´s experimento un fenómeno de masas cuando se inauguro el metro de Caracas. Aquellas estaciones pulcras, el orden, la limpieza y la amabilidad del personal, hicieron que los usuarios se comportaran de forma cónsona con el entorno. A aquello que hacía que esos mismos ciudadanos que lanzaban papeles, colillas y goma de mascar al piso en la superficie, esos que hablaban en voz alta y con vulgaridades arriba, al entrar se transformaran, se le llamo el “síndrome del metro de caracas” y a los compatriotas que lean esto lo recordaran. Es una buena oportunidad para hacer ortopedia social.
Gracias Pedro por tus fantásticos cuentos de viajes lejanos.
Gran experiencia, querido amigo. A veces hay factores externos que condicionan nuestro comportamiento sin que se sepa bien por qué. Algo del instinto gregario del género humano y. espero, algo de vergüenza ajena. Conductas como las que obligan a prever este tipo de segregación no deberían formar parte de ninguna sociedad. Un fuerte abrazo
EliminarHola Pedro, no se si está es la forma mas correcta para hacerte la siguiente consulta, pero aprovechado que va de viajes te consulto; Voy a estar en Londres este próximo fin de semana y no se sí me podrías recomendar alguna tienda que no debería perderme. La intención es mirar pero si la tentación es muy grande quizas me dejen comprar....
ResponderEliminarGracias por todo, tu blog es increíble.
Gracias por tu comentario Miguel; en Londres hay varias tiendas físicas interesantes aunque apenas para otra cosa que no sea mirar ya que los precios son relativamente elevados. Te sugiero, por ejemplo, la cadena "The Pen Shop" en la que podrás contemplar, al menos, buenos ejemplares. Hay una tienda muy cerca de Oxford Street. Donde sí puedes encontrar alguna sorpresa agradable es en los rastrillos de Portobello y Petticoat Lane. Pero siempre, naturalmente, en plumas antiguas o usadas. Feliz viaje y un cordial saludo.
EliminarHola Pedro, gracias por tu información. Efectivamente los precios son altos y no he comprado nada, otra vez sera. Muchas gracias por todo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar