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Interludio: Aduanas para Dummies

Ya sé que es un tema recurrente: la aduana y la cuna que los arrulló.

Unos más y otros menos, pero todos somos clientes de vendedores extracomunitarios de plumas estilográficas. La diferencia de precio es insultante y, por apenas la tercera parte de lo cuesta aquí, se puede conseguir cualquier ejemplar en Japón, Singapur o Estados Unidos, especialmente ahora que el euro está fuerte respecto al dólar.

Cualquier aficionado habrá comprobado la paulatina desaparición de las tradicionales papelerías en las que se podían encontrar plumas estilográficas de calidad y material de escritorio.  Incluso los grandes almacenes han reducido su sección de instrumentos de escritura a poco más que un puñado de mostradores cuando hace unos años ocupaba media planta. ¿No es posible que los distribuidores españoles adecuen sus márgenes al mercado?; ¿no hay otra solución que cerrar el negocio antes que bajar precios? ignoro si esto guarda relación con el armamento arancelario de la Unión Europea o, más me temo, con nuestras tradiciones empresariales de estrechas miras.

El caso es que, para un aficionado o coleccionista, el recurso al extranjero es algo inevitable y, tarde o temprano, uno se topa con el ominoso fantasma de la aduana patria. Hay infinidad de consultas en la red acerca de correos, aduanas,  impuestos  y aranceles. Las respuestas son variopintas y también dinámicas, porque la cuestión muda con el tiempo.

Por todo ello he decidido confeccionar aquí una pequeña guía con los grandes pasos necesarios para rescatar nuestros preciosos paquetes de las oscuras garras aduaneras. Es algo muy sencillo, en realidad, aunque requiere un tanto de paciencia y otro de tiempo. No descenderé a los detalles más escabrosos porque pueden darse multitud de supuestos, pero, básicamente, esto es lo que hay:

a) La importancia de la factura. 

En teoría, cualquier paquete comercial debe ir acompañado de una factura accesible desde el exterior del paquete. Es esa graciosa bolsita de plástico adherida a nuestro paquete. La factura es el punto de partida para el trámite aduanero aunque no es ni imprescindible ni vinculante. Es decir, que Hacienda puede comprobarla y no hacer caso de lo que diga. El Arancel se paga ad valorem, es decir, por el valor de la cosa y no por lo que se haya pagado por ella.

Hay vendedores que ponen en las facturas precios inferiores a los realmente pagados. Otros, dicen que son regalos. Otros, que son productos usados. Todos son trucos para no pagar y cada cual, hace lo que puede al respecto. Otros vendedores, emiten la factura por el precio real, rigurosamente. Allá cada cual con su fortuna.

Puede ser interesante guardar una copia de la factura electrónica abonada a través de de internet, como Paypal, o de la transferencia realizada. Si hay dudas, Hacienda puede comprobar el precio real por estos medios.

b) La importancia del paquete.

Cuanto más grande, más posibilidades de que sea retenido en la aduana. No hay reglas fijas pero ésta suele ser bastante fiable; si queremos ahorrar haciendo un pedido conjunto con varios artículos, puede que estemos tentando al diablo aduanero.

Cuanto menor el paquete, más posibilidades de que pase desapercibido.

c) Los trámites.

Si recibidos en casa un aviso de correos diciendo que nuestro paquete se encuentra retenido en el departamento de aduanas, con la Iglesia hemos topado. La notificación nos ofrecerá tres posibilidades: tramitarlo con la propia Correos, tramitarlo nosotros mismos, o encargarlo a un agente de aduanas. Correos nos cobrará por el trámite, aproximadamente, unos 25 euros a los que añadirá otros 5,34 en conecto de factaje, palabreja inventada para cobrar algo a cambio de tener el paquete en una estantería mientras se tramita la gestión. A cambio de todo esto, Correos se hará cargo de todo, nos enviará un presupuesto de lo que tendremos que pagar en concepto de IVA y Arancel y recibiremos el paquete en nuestro domicilio. Es la solución  más sencilla. También la más cara.

La segunda opción es contratar un agente de aduanas externo. Sus tarifas son parecidas a las de Correos pero, si acudes a otros, Correos te cobrará otros 15 euros aproximadamente por "cesión de documentos a otro representante" y te seguirán cargando el factaje. Mala solución.

Finalmente, está la mejor opción: hacerlo uno mismo. Se puede hacer en persona si vives en Madrid o a través del portal informático de la Agencia Tributaria.Ya sé que suena complicado, pero no lo es. Solo hay un requisito: tener un navegador con firma electrónica como la que se usa para la declaración de la renta. Si no lo tienes, no hay más que pedir una a la FNMT. No es complicado. Si ya dispones de ella, los trámites son sencillos: se cumplimenta el formulario simplificado on line, se pagan los derechos e impuestos correspondientes (también se puede hacer on line) y listo. Se envía la documentación a Correos y, cuando se reciba el paquete (exacto, no se han olvidado) cobrarán el malhadado factaje.

Si la gestión es en Madrid, hay que ir a la zona industrial del Aeropuerto Ahí está todo. Tampoco es complicado. En Correos se recoge el papelito de liquidación y la factura que os proporcionará el empleado correspondiente.Con dicho papelito, se va uno a Hacienda, rellena el formulario reducido y lo entrega en ventanilla. Comprobarán la declaración y, si no  hay novedades, os entregarán el abonaré. Cruza uno la calle, abona lo liquidado en concepto de IVA y Arancel y vuelve a la ventanilla. Allí nos entregarán el acto administrativo que autoriza la importación. Con este papelito, volvemos a Correos y recogemos nuestro paquete. Se me olvidaba: antes habrá que pagar el factaje.

d) En resumen.

Salvo casos complicados y a nuestros efectos estilográficos es difícil que los haya, los trámites son enojosos pero sencillos. Recomiendo la gestión personal. Los de fuera, con su navegador y los de Madrid, en el Aeropuerto. Yo lo he hecho en persona en varias ocasiones y no he empleado más de media hora. Lo malo es la cara de panoli que se le queda a uno al pagar el 21% y el Arancel (un 3% aproximadamente) sobre aquel magnífico precio que obtuvimos en internet. ¡Ah! y el factaje. Eso no tiene remedio.



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